Archive for the ‘Cine’ Category

Útiles y dichosos

7 julio 2020

Días largos y calurosos que invitan al confinamiento. Cuando los termómetros se disparan, me recluyo y salgo de casa para lo imprescindible. Los quehaceres, aun livianos, son sustanciosos, pese a que el cerebro se ralentice y le cueste digerir y discernir. Algo que no falla, en tiempos de canícula, es la gratitud, precisamente por detestar yo el calor y por temerlo más que al diablo. Me dispongo en estos días a leerme las memorias de Woody Allen y a verme esas pelis de Chaplin que tengo pendientes, precisamente por ser bellas e inspiradoras, por regalar alegría, aun abordando dramas y tragedias, y por insuflar alientos, gracias a esa ternura con la que este genio bajito empuñó la cámara. Además, ese empeñarse uno en verlo todo bonito serena e inunda el espíritu de gratitud; y ya se sabe que del agradecimiento viene la compasión, hacia uno mismo y hacia esos congéneres que nos resultan menos simpáticos. Y el condolerse se acompaña de gestos, grandes y pequeños, en los que uno, sin pretender agradecimientos ni recompensas, ayuda a cuantos se cruza por los pasillos del vivir; se adivinan enseguida carencias si se contemplan con interés vidas ajenas. Para juzgar con benevolencia, recomiendo recordar los constantes fracasos y caídas del día a día; de ese modo, hasta los agravios, a veces más supuestos que reales, nos resultarán cómicos y aun chapilianos. A fin y al cabo, reírse de uno mismo regocija, en tanto que meter el dedo en el ojo ajeno enturbia almas y miradas. De nosotros, pues, depende el sentirnos o no útiles y dichosos.

A palos

27 diciembre 2018

Llegaron las nieblas y los fríos que este otoño nos ha escatimado hasta el punto de simular una templanza distinta a la rudeza propia de las altitudes mesetarias. Y esa tibieza me ha ayudado a vivir en esta ausencia de certezas en la que me hallo; la certidumbre me ha abandonado en una tierra de mezquindades desprovista de dulzuras: sólo hay asperezas que hielan el alma y que proceden del mal obrar de los hombres. Todos, con nuestros hechos y palabros, cambiamos la vida del otro y, de hecho, en ausencia de nosotros, esos males y bienes que modelan también existencias ajenas se esfumarían. Por tanto, nada es ajeno: todo y todos somos nosotros; eso sí: corren malos tiempos para la solidaridad y, sobre todo, para la responsabilidad. Lo que al prójimo acontece “no es mi problema” porque el que sí lo sea implicaría asumir responsabilidades que en este mundo resultan extrañamente odiosas e indecorosas. El admitir que de mis acciones derivan consecuencias que no siempre contribuyen al bien común supone mirar a la realidad de frente, aceptar los equívocos y reconocer que yerro si el amor propio, el desear verme siempre victorioso aun a costa de infligirme a mí y a los otros males, guía mis acciones y decisiones. Es de sobra conocido que ese supuesto triunfo jamás satisface pues arranca de esa mentira que nos contamos a diario para no afrontar nuestros desaciertos. Curiosamente, preferimos el vacío y la amargura a la sana y sensata veracidad. Y a resultas de este conducirse sin pensar, la pobre y magullada verdad no hace sino recibir escobazos. Así vivimos, a palos, sea o no Navidad.

Por si no quedara claro: Adoro la Navidad, la verdadera Navidad, la que se vive en silencio y en las entretelas del corazón ¡Felices Pascuas!

Soledad sonora

17 May 2018

Trajino mucho últimamente: mis largas jornadas de lectura y escritura son cosa del pasado. Sigo disfrutando de días tranquilos en los que me envuelvo de una soledad salpicada de murmullos: el zumbido de una mosca, el triscar de unos pájaros, la algazara de los niños en un patio de recreo o los rumores de las ráfagas de viento y lluvia me sumen en una bendita modorra que me retrotrae a esas horas de la infancia en las que el no hacer nada estaba permitido y alentado. Entonces he de hacer esfuerzos por regresar a las tareas; aun así: a ratos me permito, por toda actividad, contemplar la creación, deleitarme en esta soledad sonora que tanto me llena. Otros días voy de acá para allá con la cámara a cuestas capturando miedos, esperanzas, zozobras, deseos o esos últimos clarores que hermosean los días con pinceladas que siempre subyugan y atolondran; es una belleza que inunda el alma de paz y ansias de bien. Pero es el holgazanear, el tumbarme veinte minutos a sestear, o al menos a intentarlo, lo que más réditos me otorga: hallo soluciones a todas las cuestiones que me inquietan y veo, de pronto, con claridad aquellas respuestas que mi tozuda mente esquivaba en su ceguera. En la galbana resuelvo yo el acontecer diario, limo sus aristas y me embebo a un tiempo de sosiego, de belleza y de sabiduría.

Sainete

5 marzo 2018

Mi percance con las ramas de laurel me trajo dos esguinces y un sinfín de vendajes y complejidades. Había que reposar y bajar la inflamación; como no paraba, de tanto como tenía que hacer, me ataba a los pies sendos paños de cocina con cubitos hielos que, según trajinaba, iba perdiendo por el pasillo. Luego llegaron cosas más serias; no dejé que el desánimo me venciese: me reí de este sainete que es mi vida y seguí adelante con tropiezos y sonrisas. Esta mañana me resquebrajé tras pelearme con Movistar y con su inexistente departamento de atención técnica. Anoche, a causa de un desaguisado con Internet, me vi privada de la Gala de los Oscar. Llevaba días con siestas a deshoras para sobrevivir a la noche en blanco; y así me quedé: en blanco, pero sin Oscars. Son meses de ver una película tras otra, pues mi vida se mide también en planos y secuencias. Aún me cuesta aceptar este disgustillo y en esta no aceptación sólo padezco. Se puede vivir sin Oscars y sin casi nada. A todo se puede uno enfrentar con confianza, sabiendo que lo mejor está por llegar y que cada contratiempo tiene su significado. Al escribirlo, me aligero y aun la belleza de la vida me corteja de nuevo. Nada entiendo, y no me refiero a alfombras rojas y estatuillas, pero he de aceptarlo para convertir estos males que me aquejan en bienes, para que dejen de condicionar mi ahora y vivirlo con paz y esperanza. Confío en lograrlo antes de acostarme; haré lo imposible. Día a día.

Sin ton

26 febrero 2018

Los calores diurnos despistan y regalan inflamaciones de garganta que yo combato con una miel tan exquisita – blanca, cruda y con aromas de lavanda- que me ha provocado adicción. La ingiero tan de seguido que en menos de diez días he dado cuenta de un tarro que debía de haber llegado a mayo o junio. Según escribo estas líneas, pienso en su delicioso sabor, en cómo se deshace en mi boca para impregnarla de inefables delicias; resisto la tentación por terminar este post y por recordarme que puedo vivir sin ella. Noto el tobillo derecho dolorido y temo un nuevo esguince. Me subí a una tapia a robar unas hojitas de laurel; tras un laborioso hurto, pues la rama se me resistía, me lancé al asfalto con demasiado ímpetu y el pie se trastabilló. Así se suceden mis jornadas, con muchas nonadas; al tiempo, se escribe y se vive y no siempre con acierto. Digo y hago cosas que luego, una vez maduradas, me espeluznan. Cuando no es posible rectificar, evito pensar en esas vergüenzas que yo misma fabrico cuando me conduzco a tontas y a locas. Procuro no fustigarme en exceso; aceptar las flaquezas es más sabio que renegar de ellas. Vuelvo, por tanto, a ese trazar la vida con menos esmero del que quisiera; los borrones, como las fotos desenfocadas, son más hermosos que esa cautela que priva de sonrisas y también de sonrojos. Hay que ser humilde y contemplar también el ridículo como una opción plausible. El quedar en evidencia supone, a fin de cuentas, mostrar lo que somos, las esmirriadas aptitudes que uno posee. Pese a todo, el día a día es generoso aun en las jornadas más aciagas. Y, ahora que lo pienso, no sé a qué ton estoy escribiendo esto. Poco importa. Lo que sí presiento es que el tobillo se ha retorcido de forma muy fea, pues el dolor ya me incomoda demasiado ¡Ay de mí!

Agradecimientos

20 diciembre 2017

Fregoteo un poco el suelo; es mi forma de hacer ejercicio pues estoy condenada a un semireposo a cuenta de un esguince de tobillo que me precipitó desde las alturas, de una silla a un frío suelo de baldosa; se retorció el pie con tanto brío que luzco moratones y buena inflamación; todo por tratar de apresar el pimentón dulce para las lentejas. De camino al hospital, temí matarme de nuevo; eran tales los dolores que no podía superar los 60km por hora en la autovía: mantener la atención me exigía colosal esfuerzo. Tras la valoración inicial, me informaron de que me aguardaba una noche larga; les conté mi historia, mi miedo a estazarme con el coche y a conducir de noche. Ni tiempo me dio a acomodarme; mi nombre resonó a los pocos minutos por megafonía y, en silla de ruedas, recorrí pasillos y vi en una sala de espera un dolor que me traspasó el corazón, en tanto hacía ímprobos esfuerzos por contener las lágrimas que luego, de camino a casa, fluyeron a mansalva. Me sentí, pese a mi estropicio y a un montón de males que me aquejan, afortunada y no cesé de dar gracias a Dios por cuanto a diario me regala, incluido este esguince que me tiene recluida. He comprobado que la gratitud es milagrosa; cuanto uno agradece deja de pesar y se hermosea de tal modo que hasta una bendición pareciese. La gratitud, aun en los momentos más aciagos, ha sido el mejor descubrimiento de estos últimos y áridos meses. El poder del agradecimiento trasciende todos los límites y torna lo imposible en verosímil. Así sí se puede vivir.

Sospechas

10 diciembre 2017

WordPress me recuerda que hace ocho años me registré por vez primera en la blogosfera. Ni yo misma pensé que mantendría un blog a lo largo de tantos años. Rememoro los nervios, los sarpullidos, el insomnio y la vergüenza que me provocaba ese desgranar mis vivencias en Internet. Al mes, por ello, me propuse dejarlo; ninguna empresa merecía semejante precio. Perseveré, sin embargo, y tras un par de meses de ausencia durante un largo verano, regresé a esta casa celeste donde se volcaban penas, alegrías, miedos y esas inseguridades que aún me persiguen. Aquí descubrí algunos de mis talentos y este espacio me ayudó a airearlos y aun a acometer proyectos que ni en el mejor de mis sueños habría yo imaginado. Y desde entonces he recorrido un interminable camino de obstáculos; la vida me mostró su cara más amarga y la adversidad me golpeó con furia y sigue, en su perversidad y obcecación, haciéndolo con contumacia, aun cuando raras veces logre mellarme. He aprendido es que soy valiosa, pese a las muchas debilidades que acarreo, que mi existencia está dotada de sentido de comienzo a fin, que nada acontece porque sí, que el azar es un engaño y que la vida, en medio de las vicisitudes y a pesar de ellas, es arrebatadoramente bella y saludablemente interesante. Son tantos los descubrimientos que he hecho en estos años que no dispongo de tiempo ni de manos para escribir los libros y guiones cinematográficos que albergo en el magín. Necesitaría de unos cien años, más o menos, para poder plasmar mis anhelos, para expresar cuanto llevo dentro. Al menos tuve una vez el coraje de hacerlo y de ponerle música a esa melodía que me ronroneaba. Las sospechas de la infancia, gracias a este blog, fueron poco a poco corroborándose y cobrando cuerpo. Los sueños fueron reales, pese a todo.

Vientos iracundos

29 octubre 2017

Paseo poco antes del anochecer; las copas de los árboles se contonean y agitan, a mi paso, sus coloridas hojas. La climatología ha marcado las idas y venidas de esta caprichosa semana. Hace apenas tres noches deambulaba yo bajo uno de esos cielos estrellados que sólo se contemplan en el campo. Entre árbol y árbol, asomaba un paño aterciopelado tan terso y perfecto que asemejaba al decorado de las películas de antaño, ésas que con pocos artificios nos trasladaban a mundos mágicos para soñar y creer más en nosotros mismos. Cuando el arte alienta la esperanza, nos sentimos más dichosos y los miedos se arredran ante el ímpetu de ilusiones que brincan como niños y esparcen purpurina por doquier, de suerte que la vida pierde grisura y adquiere brillos que reflejan cuanto el corazón anhela. Y esto acontece también cuando el drama invade el vivir, sazonándolo con tantas especias que uno teme intoxicarse de aromas y sabores. Entonces, para sobrevivir, se aguzan la observación y la escucha a fin de que nada se escabulla, para que lo bello conmueva, para que lo dramático de la existencia ni atosigue ni encubra el horizonte en tanto vientos iracundos azotan puertas y persianas.

Páginas en blanco

8 octubre 2017

El día atardece entre ámbares y rosáceos y los ánimos, que amanecieron muy exaltados, van poco a poco sosegándose. La templanza del día, los fulgores que desprenden los árboles amarillecidos y esa luz voluptuosa que asoma cuando el verano se desvanece reconfortan como lo haría un consomé en una tarde desapacible. Compruebo, una vez más, que del más absurdo de los disparates puede salir un bien y que ante una injusticia deliberada uno puede resistirse o acatarla para, así, descansar. No se trata de tener o no razón o de imponer siquiera cordura a los conflictos que nos atañen. El bien y la sensatez sólo a mis actos compete, pues carezco de potestad para dirigir otras vidas. Los desmanes ni reconfortan ni compensan; antes bien, enturbian el alma y mutilan la libertad, lo más hermoso que poseemos.

Y uno siente compasión por estos seres desesperanzados que ni aman, sueñan, ni sienten. A fuerza de reprimir lo bueno que también les compone, se han privado de esas delicias que saborearían con sólo desearlas y de la posibilidad de escribir esas páginas que han dejado en blanco, las únicas que cambiarían su destino.

I always told you. You’re special. Your history isn’t over yet. There’s still a page left.

Joi from «Blade Runner 2049».

Bienvenido agosto

3 agosto 2017

Julio, siempre antojadizo, se fue con sus alocados caprichos, con sus ardores y ardides. Y vino agosto, que es más sosegado y limpio por esa frescura que regalan madrugadas y mañanas, por ese corretear de las horas ligero y considerado, dejando atrás ímpetus y empellones. Es como si el verano, una vez encauzado su camino, se hubiese finalmente enraizado en cuantos aborrecemos la canícula, pues ya el cuerpo se ha acostumbrado al calor y hasta agradece los guiños veraniegos. Agosto anuncia ya el nuevo curso y, aunque se descansa, también se espolean proyectos arrinconados por hacer un poco de limpieza y por confiar en posibles oportunidades. Pese a estar un poco averiada a causa de desbarajustes varios, mi espíritu, meses atrás alicaído, se expande y robustece sin pausa. Y creo que estoy moralmente obligada a luchar por mis sueños, encuentre o no apoyos; las zancadillas, lejos de amedrentarme, me insuflan alientos. Sigo, pues, a mi destino, que es, por otra pare, la única manera de no extraviar el camino. Este mes de agosto, intuyo, va a ser benévolo conmigo. La alfombra roja la desplegué tan pronto pasé la hoja del calendario. Sembrar y cosechar, como siempre; no hay senderos alternativos.