Archive for the ‘Vivir’ Category

Sapiencia

20 julio 2022

Regreso a este lugar tras meses de ausencia, buscando una solución a mi dispersión mental. La canícula embarulla las neuronas: apenas se discierne, las perspectivas resultan tenebrosas y hasta la esperanza se ausenta porque se sabe que las calenturas seguirán decorando este verano insólito que ya despuntó en primavera, cuando tocaban templanzas. Y esas mesuras escasean aquí y allá: se percibe gran crispación en todos los rincones de este vivir nuestro y hasta en las series de ficción, el caos lo inunda todo, sin apenas espacio para lo ordinario, para ese existir diario con sus deliciosas naderías. Es como si la sabiduría fuese privilegio de unos pocos y no tanto por afán de estos «minisabios» de acaparar la sapiencia, como por la voluntad de renunciar a ella por parte de una extensísima mayoría. Porque, claro, si se asumen modos más fructíferos de emprender las cosas, nuestras malas maneras quedarán al descubierto y ya se sabe que cuanto desnude las vergüenzas es negado y combatido. Y, así, vivimos en una época en la que nadie sabe ni quien es ni quien desea ser y la confusión de identidades crea un panorama infernal en el que unos pisotean a otros por el mero hecho de ser y también de reflexionar; ni el discernimiento ni mucho menos la tolerancia o la disconformidad hallan lugar. Para sobrevivir, han de acatarse los dictámenes de las masas, que son desmontados en un plis plas con con un mero argumentacillo, pues el raciocinio, pese a los pesares, sigue laborando. Tiempos difíciles para la cordura por las elevadas temperaturas y también por esa abundancia de eslóganes que se adoptan para no cavilar; pensar por uno mismo es una rareza que suele, además, ser penalizada. Malos tiempos, pues, aunque algunos sigamos viviendo, dentro de estas extrañezas, con cordura, aferrándonos a cuanto es bueno, bello y verdadero. Nadie, en cualquier caso, nos va a robar la eternidad en la que ya moramos sin quizás saberlo; una vez que se descubre esa certeza, todo se acaba acomodando, aunque duela, aunque en apariencia esté desprovisto de sentido; todo, absolutamente todo está dotado de significación y ésa, y no otra, es la única realidad. Y, así, claro sí se puede existir.

Pestilencia

16 marzo 2022

Pasa el tiempo con tanta rapidez que apenas se palpan los días, siendo yo muy de minutos y de convertir cada instante en un acontecimiento para hacer o no hacer, porque en la holganza halla también uno provecho. De hecho, no hay horas más fructíferas que las destinadas a la contemplación de la vida: el repiqueteo de la lluvia en los cristales, el agitarse una rama florida o esas brisas cálidas que regalan estos meses locos en los que tan pronto llueven arenas desérticas como rayos y truenos. Añoro el campo, el vivir en un aislamiento absoluto en medio de esas nadas que a mí me llenan de todo y que ahora están tapizadas de verdes y anhelos. El vivir inmersa en la naturaleza es un gran privilegio que echo de menos. Me recuerdo sumida en paseos, lecturas y escritos y en una completa soledad apenas interrumpida por mis visitas al carnicero o a la tienda de ultramarinos. Ese estar a solas con el silencio nutría, aceraba los sentidos y la percepción de la realidad, especialmente de lo bello. No había detalle, por nimio que pareciese, que no destilase belleza y entre hermosuras, a veces muy banales, como un puñado de alcachofas desperdigadas por un plato de loza, transcurrían mis benditas horas. Nada o casi nada precisaba. Era una vida espiritualmente tan abundante que esa contemplación consumía una buena parte de mi tiempo y a veces me zambullía en tremendos éxtasis; tanta maravilla me llenaba de un sosiego que aquí, en las urbes, resulta difícil de hallarse. Sé que algún día regresaré al campo, a esa vida sustanciosa que en las ciudades resulta tan anodina e insípida, a ese observar cómo las estaciones van cada día sembrando su huella, engalanando con hermosura y dicha y dotando al vivir de una enjundia que no frecuento en esas ciudades, que aun acicaladas, me resultan insulsas, ruidosas y pestilentes.

Latitudes

14 febrero 2022

Los días se alargan y brindan horas soleadas en las que se ausenta el miedo; los azules inflan el espíritu de belleza y de hermosos deseos. Atrás quedan las zozobras y ese sentirse un poco a merced de vientos ajenos que ondean al socaire de viejas disputas y de un buen fajo de frustraciones. Al final, yo orquesto mis emociones para que todo me acabe nutriendo. Y es por ello que no puedo evitar sino sentirme amada por esos firmamentos que surcan el mundo de azul, por esas tareas del día a día que me abruman con sosiego y por cuanto atesoro en mi pequeño cielo. Y, gracias a ello, aquellas incertidumbres que me daban miedo han cedido su asiento a esa certeza que me susurra que todo es bello, que cuanto acontece está provisto de significado y que esas significaciones irán desvelándome metas que aún ni conozco ni poseo. Todo está, por tanto, bien hecho. Nada obedece al buen tuntún, sino a esas razones poderosas en las que poco a poco voy zambulléndome. El saber que el azar no domina el existir es un descanso y también un regalo. El saberse apoyado por el raciocinio, aun cuando la realidad adquiera a ratos tintes surrealistas, es un consuelo y un acicate para seguir confiando. Esperar y confiar a un tiempo es reconfortante y bello. Y en estas latitudes son en las que ahora yo me hallo con sorpresa y también con agradecimiento ¡Feliz San Valentín!

Organizar

27 enero 2022

Escribir es organizar, hallar prioridades y descartar también las sobras que en ocasiones se atesoran como piedras preciosas. Lo único precioso es el silencio y también el orden que se encuentra en medio de la quietud, donde el alma se esponja y la mente se recompone. Ese silencio que tantos repudian y enmascaran con ruidos de toda índole es uno de mis bienes más preciados; el descansar en la “nada”, en ese no escucharse más que a uno mismo, es más fructífero que mil charlas. Y sí: los desahogos también convienen, pero el mucho explayarse conduce a la obsesión por cuanto nos acontece; el parloteo con unos y otros acaba magnificando las cosas y otorgándolas significados inexistentes. Y a mí en la inexistencia no me gusta residir; prefiero siempre existir y, para hacerlo, preciso de larguísimos ratos de silencio, de imbuirme de esa paz que nos circunda a diario pero que con tanto quehacer y estímulo tecnológico acabamos expulsando de malos modos. Regreso, pues, a la paz, al no barruntar las cosas innecesarias para centrarme en lo estrictamente necesario que es calma, es resuello, es soledad y es también belleza.

Decisiones

18 octubre 2021

Y llevo semanas dudando y decidiendo una cosa y también la contraria y extraviando el sentido y cayendo a menudo en el desvarío. Pareciera que por adoptar una u otra propuesta fuese el mundo a desplomarse, pareciera que me fuese a privar para siempre de toda suerte de oportunidades y claro, ante semejante panorama, opto por escoger ambas disyuntivas y regreso, por ello, al agotamiento físico y moral. No hay decisiones acertadas ni desacertadas, sólo opciones que acoger con más o menos entusiasmo. No hay tampoco equivocaciones: cualquier sendero es bueno si uno se abraza a él; llegado el caso, además, se puede uno desapegar y regresar al punto inicial o escoger un plan C, que puede ser tanto o más interesante que la suma de A y B. Es, además, una decisión que llevo conmigo desde hace ya varios años, pero con la que no consigo reconciliarme. Y hay miedo, claro, o tal vez no lo haya y me lo invente para así decidir en contra del plan A o del plan B, que tengo ya tal jaleo que, sin querer, los entremezclo ¿Y si fuera bueno entremezclarnos? La experiencia me dice que no es posible, pues el desgaste de energía sería de tal calibre que enfermaría y, de hecho, ya he enfermado por ello y estoy algo pachucha. Los virus atacan cuando las defensas flaquean tras las aceradas embestidas que se gasta conmigo el estrés, mi peor enemigo, el que me pone del revés, el que me hace llorar y llorar y me sume en la impotencia ¿Qué hacer, pues? Hacer, hacer y hacer; no dejarse llevar sino coger las riendas para enderezar el rumbo, porque hasta la fecha el dejar que los acontecimientos decidan por mí me ha costado muy caro. Y son, claro, decisiones vitales pero tal vez no lo sean tanto o al menos no deberían ocupar tanto espacio, pero es que se trata de lo que voy a hacer en un período de al menos 12 meses, a lo que voy a entregarme en alma y cuerpo porque las medias tintas y yo estamos enemistadas. Y a lo mejor es una cuestión de grises y de medianías, a lo mejor es eso. A lo mejor hace falta un poco de esto y de aquello, pero no: en mi caso, no es posible; me entrego a todo con cuanto soy porque la pasión siempre me gana. Si a lo largo del día de hoy pudiera finalmente dejar de temer el dejar una de las dos opciones de lado, respiraría, dormiría y quizá podría de una vez embarcarme en algo definitivo o semidefinitivo, porque en esta vida todo se puede venir abajo en un pis pas. Sólo pido cordura, a nada más aspiro al menos en el día de hoy.

Conformidad

24 agosto 2021

Las hojas secas ya se arremolinan en calles y plazas y la exuberancia que trajo la primavera va dando paso al otoño poquito a poco. Los calores, aun intensos, no se sufren como antes y esa muerte que cada año nos deseca va ganando terreno, aunque se siga respirando y anhelando y confiando en un porvernir más venturoso. Me han sepultado en los últimos meses toneladas de envidia; la forma de odio más letal y, al tiempo, más refinada por la que el ser humano es capaz de todo. Las zancadillas abundan, pero también se descubre que antiguos “envidiadores” han recibido el mismo castigo que en su día infligieron a otros. Creemos erróneamente que nuestras maldades no tendrán consecuencias y que, con tal de humillar al prójimo, saldremos victoriosos. No es victoria, sino derrota y más pronto que tarde se acaba pagando por ello, pues ninguna tropelía queda exenta de sanciones. Curiosamente, se habla de los celos como un mal ajeno que nada tuviese que ver con nosotros, cuando sí lo hace. Tiendo a rebuscar el bien en los demás; llevo, empero, una extensa temporada en la que no me topo sino con muchedumbres de males. Anhelo bondades porque la toxicidad se extiende como una marea negra que todo lo engangrena. Pero uno puede, si así lo desea, abstenerse de podredumbres y ponzoñas y afanarse en la consecución de sueños. Codiciamos cuanto hemos descuidado, aquello a lo que por decisión propia hemos un poco renunciado. Sin olvidar, la materia, los dichosos dineros, a los que probablemente no podamos acceder, al menos de forma inmediata, pero sí poner los medios para alcanzarlos, aunque sea a largo plazo. De todos modos: se ambicionan más el éxito y las cualidades que las riquezas; hacer balance de nuestros pequeños triunfos y virtudes ayudará a enmendar el sendero y a llegar a una conformidad con nuestra existencia, con quien somos y seremos si le ponemos pronto remedio. Añoro un mundo más bello que no sé siquiera si existirá; aun así lo añoro y cuando lo añoro, lloro.

Costumbres

15 julio 2021

Y las viejas costumbres se perpetúan porque de ellas depende el vivir con cordura, sobre todo cuando las rutinas son una y otra vez interrumpidas por engorrosas gestiones administrativas que a mí me roban los alientos y hasta a veces me sumergen en un submundo de miedos. Y luego las cosas saldrán, pese a mis desvelos, como convengan y algunas pinceladas del nuevo lienzo desentonarán más que otras, pero habrá que ir haciéndose a ellas, a los nuevos colores y texturas del existir que cambian, en mi caso, con mucha frecuencia. Y tanto cambio acaba socavando hasta la salud, pero siempre consigo recomponerme. Es como si fuera yo invencible, como si nada conmigo pudiera, pese a mi fragilidad. Y creo yo que es la esperanza, que la tengo tan arraigada, que todo lo acabo viendo bello, hasta lo que en un principio resulta feo; con la pátina de ese tranquilo confiar, todo se acaba recubriendo de hermosura y hasta lo agrio, a base de ser degustado, acaba endulzando el paladar y lo áspero suavizando la piel y el espíritu. Es una cuestión de ingenio y también de flexibilidad mental; es entrenarte a diario para acoger todo con asombro y agradecimiento, como si todos los días llovieran bendiciones. Y, por eso, me aferro a mis costumbres como si la vida me fuese en ellas, porque en realidad mi existir, con independencia de los escenarios, depende de esas rutinas que hace tiempo establecí. Benditas y sanas costumbres; sin ellas, no hallaría yo descanso. Benditas, pues.

Cleopatra

27 junio 2021

Junio ha sido, al igual que abril y mayo, muy accidentado pero he llegado finalmente a buen puerto y una nueva vida ha comenzado. Si algo he aprendido es que la maldad nunca sale rentable y que el odio y la venganza generan grandes males y neurosis de toda índole. Y, por ello, quienes se obcecan en la iniquidad acaban enloqueciendo de tal modo que la cordura se convierte en un bien imposible, al que sólo accederán de cesar en sus obsesivas pretensiones de dañar al prójimo. Y esas pretensiones acaban siempre desviándose y deparándoles mayores calamidades. Pero eso ya no me incumbe; sólo me atañe este frescor que invade mi dormitorio en tanto tecleo estas palabras. Si en medio de los calores se intercalan días lluviosos y frescos, la vida se transforma en un constante jolgorio de risas, de planes rocambolescos que acaban abriéndose paso, de extensos descansos nocturnos, de sueños y de cuanto repara el ánimo: una llamada, una caricia o un aceite esencial que me sumerge en un éxtasis olfativo que se apropia de todo mi ser. Almizcle, rosa, vainilla y pomelo me atrapan en un sueño de las mil y una noches y me hacen sentir como la mismísima Cleopatra. Es también el lujo de ser uno mismo, sin interferencias de ninguna clase, y de estar contento también de serlo. Es ser quien soy y estar agradecida de serlo. Y eso, y no otra cosa, es ser Cleopatra.

Porvenir esplendoroso

9 mayo 2021

Los ánimos van serenándose tras la avalancha de acontecimientos que trajo abril, un mes siempre amable y hermoso que este año me obsequió con males en tropel que algún día entenderé. Mayo ha de ser más benévolo, porque sencillamente ha que serlo. Aquellos tiempos en los que me zambullía en los paisajes castellanos quedan muy atrás, pero han de retornar muy pronto porque amo la vida y las infinitas posibilidades que a diario se nos brindan para hacer el bien y crear, con pequeños gestos, un mundo más liviano y más coqueto. Sería un mundo bordado de flores, de atardeceres impetuosos o somnolientos, según el día y las apetencias, de paseos a la luz de la luna, de tazas de café, de filmes y de lecturas que absorben de tal modo que uno olvida hasta su paradero. Y hace unos años me sentaba en una desvencijada silla de mimbre en un recoleto jardín a contemplar el relucir de los cielos, el revolotear de los pájaros, el cimbrear de las hojas de los árboles… Entonces cada brisa acariciaba el alma y susurraba historias de anhelos y esperanzas. Y todo acontecía en medio de un silencio que me llenaba de belleza, de paz y de verdad, que son, además, una misma cosa; era un silencio que enlucía, que bisbiseaba palabras de amor, de ese amor eterno que no gastamos los hombres, de esa infinitud en la que todo cobra tino y sentido. En esas extensiones yo moraba, y lloraba, y reía, y confiaba, y añoraba aún un porvenir mejor que habrá de llegar porque, tras lo sucedido, solamente restan bellezas y esplendores. Y cuando lleguen, reiré y soñaré en estancias almidonadas de paz y de belleza donde el mal jamás hallará acomodo.

Cuaresma

28 marzo 2021

Llevo un rato peleándome con el blog para acceder al escritorio clásico, el que llevo años usando. Y estaba a punto de tirar la toalla, pero he seguido indagando hasta, finalmente, dar con él. Y así soy: tozuda. Y las dificultades raras veces me arredran; sigo adelante, aun teniéndolo todo en contra, porque sé que de estas perseverancias mías vendrán luego ristras de recompensas. Y, como suelo hacer en Cuaresma, estoy leyendo a Santa Teresa, en cuyos escritos hallo siempre consuelo; esta valerosa mujer luchó con nobles y prelados que consideraban sus deseos de fundar conventos disparatados caprichos. Y así me pasa a mí a veces con mis proyectos, que provocan asombro porque somos cobardes a la hora de perseguir metas, sin olvidar la fatiga del pelearse a diario con buena parte de la humanidad, la que, dicho sea de paso, ha renunciado a sus sueños por miedo a no cumplir expectativas, propias o ajenas, por temor a tropiezos y a afanarse en supuestos delirios. Eso sí: de hacerse realidad, causan las vituperadas quimeras grandes entusiasmos. Detrás de cada triunfo, hay montoneras de derrotas que nos dejaron del revés y con ganas de meternos en la cama a vegetar y a no padecer más; conviene recordar el itinerario para no errar el camino. Conociendo de antemano las peleas, elijo sufrir, elijo el ridículo y, llegado el caso, el escarnio. Elijo, en definitiva, vivir y ser feliz.