Llevo un rato peleándome con el blog para acceder al escritorio clásico, el que llevo años usando. Y estaba a punto de tirar la toalla, pero he seguido indagando hasta, finalmente, dar con él. Y así soy: tozuda. Y las dificultades raras veces me arredran; sigo adelante, aun teniéndolo todo en contra, porque sé que de estas perseverancias mías vendrán luego ristras de recompensas. Y, como suelo hacer en Cuaresma, estoy leyendo a Santa Teresa, en cuyos escritos hallo siempre consuelo; esta valerosa mujer luchó con nobles y prelados que consideraban sus deseos de fundar conventos disparatados caprichos. Y así me pasa a mí a veces con mis proyectos, que provocan asombro porque somos cobardes a la hora de perseguir metas, sin olvidar la fatiga del pelearse a diario con buena parte de la humanidad, la que, dicho sea de paso, ha renunciado a sus sueños por miedo a no cumplir expectativas, propias o ajenas, por temor a tropiezos y a afanarse en supuestos delirios. Eso sí: de hacerse realidad, causan las vituperadas quimeras grandes entusiasmos. Detrás de cada triunfo, hay montoneras de derrotas que nos dejaron del revés y con ganas de meternos en la cama a vegetar y a no padecer más; conviene recordar el itinerario para no errar el camino. Conociendo de antemano las peleas, elijo sufrir, elijo el ridículo y, llegado el caso, el escarnio. Elijo, en definitiva, vivir y ser feliz.
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Cuaresma
28 marzo 2021Retornos
25 febrero 2021Y el día fue soleado y dejó bonitas estampas y mucha paz en el corazón; un paseo sosegado por la campiña obra milagros. Me he empapado de ese verde que ya cubre campos con espesos y bellísimos mantos. Me he adentrado también en terrenos pantanosos y me he embarrado, por ello, de arriba abajo; conforme ascendía por una colina que conducía a un lugar del pasado, me hundía más y más en el fango. Luego de vuelta al sendero firme y hermoso, al que nunca debí de abandonar, me he ido limpiando con hierbas silvestres. Y ese embarrarme me ha curado las nostalgias, pues algo mejor siempre aguarda, pero la impaciencia del momento ciega y me hace ver todo del revés. Tras ese fundirme con el paisaje, vuelvo a ser yo misma, a pensar con cordura y a contemplar la vida en su justa medida; sigo, claro, sin entender casi nada, pero no es una cuestión de razonamientos esto del vivir, sino de sentir lo que a cada instante concierne. Y si toca llorar, se llora; y si toca enrabietarse, uno da, si procede, patadas en el aire. Así se vive, día a día, momento a momento, sin mayores pretensiones. Abarcar más del preciso instante le sume a uno en un pozo de angustia y a ese lugar he decidido yo jamás retornar; esos retornos son inservibles para el cuerpo y para el alma.
Desenfreno
29 marzo 2018Pese a los caprichos de la veleidosa primavera, mantengo un tono animoso. Si caigo, me levanto y antes del descanso consigo enderezarme y aun sosegarme; si no lo hiciera, me pasaría las horas en vela oteando las sombras del porvenir o imaginándomelas. Confío en que las buenas nuevas me pillarán por sorpresa y me harán reír y llorar a un tiempo. Ponerse en lo peor sólo desgasta; a veces lo peor sucede o parece que sucede, porque los acontecimientos cambian en cuestión de horas: lo que parecía aterrador sobrecoge por su benevolencia, es cuando la magnanimidad engolfa el mundo y lo pone del revés. Quienes no presumimos sino de desatinos somos más dichosos que cuantos esgrimen poderosas razones y raciocinios que las más de las veces se desmoronan. Ser loco es maravilloso; las dificultades no se esfuman pero se viven de otra manera. Vivir apenas fatiga y las complejidades se deslíen en un saborear los minutos, en no dejarlos ir de vacío sin pasar antes por uno. Así la vida ni se escurre ni desparrama; se sufre, pero el dolor se sobrelleva con resignación y hasta a ratos se burla uno de él y se entrega a un desenfreno de carcajadas. Entiendo que esta actitud desconcierte, pero los chiflados somos así de audaces y también de mentecatos; este discurrir es, precisamente, el que nos salva aun en medio del desquicio y de esa maldad que gastamos los hombres.
Arremetidas
14 marzo 2018Llueve sin descanso, como si el Cielo llorase las penas que los hombres nos causamos en ese afán de codiciar metas que ni traen bienes ni contento. Antes bien, nos arrojan a un cieno de injusticia e iniquidad en el que sólo caben pesares; la zozobra nos zarandea, la inquietud arrasa certidumbres hasta dejarnos exangües. El arremeter contra el otro es la norma, sea o no sensato. No reparamos en que detrás de cada acontecimiento hay un sinfín de motivos y también de misterios. Ante lo que no entendemos, la aceptación sin enojo es la postura más sana y sabia. Y de esta guisa se pueden afrontar calamidades con descanso. Y de esta guisa se toman decisiones que, en circunstancias normales, aturdirían los sentidos. Y en este ir y venir de razonamientos, se cuela la esperanza y se sabe que todo saldrá bien: se haga lo que se haga, los frutos serán buenos aunque se recubran de espinas. Hay que perseverar en esa confianza en el bien, en la verdad y en la belleza. Los dramas de la vida dejan de serlo cuando uno se vuelca en la creatividad artística, porque pergeñando sueños nos revestimos con una capa que repele arremetidas; sólo importa entonces la historia que se quiere contar, ya sea con palabras, imágenes o pinceles. Esa historia es la que importa, la que salva de la locura, la que ilumina aun el porvenir más sombrío. La realidad se afronta, pero se hace de otra manera gracias, precisamente, a esa bendita irrealidad que a mí siempre me resulta más cuerda y competente que todas las mentiras que inventamos para dañar al otro y para eludir quiénes somos.
Sainete
5 marzo 2018Mi percance con las ramas de laurel me trajo dos esguinces y un sinfín de vendajes y complejidades. Había que reposar y bajar la inflamación; como no paraba, de tanto como tenía que hacer, me ataba a los pies sendos paños de cocina con cubitos hielos que, según trajinaba, iba perdiendo por el pasillo. Luego llegaron cosas más serias; no dejé que el desánimo me venciese: me reí de este sainete que es mi vida y seguí adelante con tropiezos y sonrisas. Esta mañana me resquebrajé tras pelearme con Movistar y con su inexistente departamento de atención técnica. Anoche, a causa de un desaguisado con Internet, me vi privada de la Gala de los Oscar. Llevaba días con siestas a deshoras para sobrevivir a la noche en blanco; y así me quedé: en blanco, pero sin Oscars. Son meses de ver una película tras otra, pues mi vida se mide también en planos y secuencias. Aún me cuesta aceptar este disgustillo y en esta no aceptación sólo padezco. Se puede vivir sin Oscars y sin casi nada. A todo se puede uno enfrentar con confianza, sabiendo que lo mejor está por llegar y que cada contratiempo tiene su significado. Al escribirlo, me aligero y aun la belleza de la vida me corteja de nuevo. Nada entiendo, y no me refiero a alfombras rojas y estatuillas, pero he de aceptarlo para convertir estos males que me aquejan en bienes, para que dejen de condicionar mi ahora y vivirlo con paz y esperanza. Confío en lograrlo antes de acostarme; haré lo imposible. Día a día.
Sin ton
26 febrero 2018Los calores diurnos despistan y regalan inflamaciones de garganta que yo combato con una miel tan exquisita – blanca, cruda y con aromas de lavanda- que me ha provocado adicción. La ingiero tan de seguido que en menos de diez días he dado cuenta de un tarro que debía de haber llegado a mayo o junio. Según escribo estas líneas, pienso en su delicioso sabor, en cómo se deshace en mi boca para impregnarla de inefables delicias; resisto la tentación por terminar este post y por recordarme que puedo vivir sin ella. Noto el tobillo derecho dolorido y temo un nuevo esguince. Me subí a una tapia a robar unas hojitas de laurel; tras un laborioso hurto, pues la rama se me resistía, me lancé al asfalto con demasiado ímpetu y el pie se trastabilló. Así se suceden mis jornadas, con muchas nonadas; al tiempo, se escribe y se vive y no siempre con acierto. Digo y hago cosas que luego, una vez maduradas, me espeluznan. Cuando no es posible rectificar, evito pensar en esas vergüenzas que yo misma fabrico cuando me conduzco a tontas y a locas. Procuro no fustigarme en exceso; aceptar las flaquezas es más sabio que renegar de ellas. Vuelvo, por tanto, a ese trazar la vida con menos esmero del que quisiera; los borrones, como las fotos desenfocadas, son más hermosos que esa cautela que priva de sonrisas y también de sonrojos. Hay que ser humilde y contemplar también el ridículo como una opción plausible. El quedar en evidencia supone, a fin de cuentas, mostrar lo que somos, las esmirriadas aptitudes que uno posee. Pese a todo, el día a día es generoso aun en las jornadas más aciagas. Y, ahora que lo pienso, no sé a qué ton estoy escribiendo esto. Poco importa. Lo que sí presiento es que el tobillo se ha retorcido de forma muy fea, pues el dolor ya me incomoda demasiado ¡Ay de mí!