Y llegó la Resurrección y, con ella, la esperanza en un porvenir despojado de quebraderos de cabeza y atestado de horas de fructífero trabajo; para mí la dicha equivale a laborar, a batirme el cobre para diseñar nuevas metas y alcanzar también aquellas que se han ido abandonando en el sendero, que a veces no es ancho y venturoso, sino estrecho y farragoso. Las dificultades no han de encoger las miras, no han de hacerlo so riesgo de perder el norte y sumergirnos en fangos en los que todo lastra y nada procede. Hemos de preservar el oremus como a las niñas de los ojos; sólo así se alcanzarán dichas postpuestas por los atrasos que a veces nos impone el guión de la vida. Estoy, además, cansada de postergar lo inevitable, de vivir a merced de demasiados asuntos que no me competen, de temer que suceda esto o lo otro. Los funestos miedos frenan más que mil caballos juntos en medio del camino; hay que maniobrar con holgura, sin concebir errores o fracasos, que son los verdaderos oponentes; a su lado, los supuestos enemigos carecen por completo de calado. Pido, por ello, valentía, pues del arrojo saldrán esperanzas y uno, de forma inevitable, se pondrá en movimiento y dejará de postponer lo impostergable. No albergo, sin embargo, arrepentimientos porque todo tiene su tiempo y porque la mirada ha de estar muy abierta para vislumbrar las metas y zambullirse de lleno en este momento que ahora mismo acontece; los objetivos se labran día a día, momento a momento. El porvenir estará baldío sin estos pequeños momentos, sin ese vivir cada modesto instante.
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Instantes y Momentos
20 abril 2022Pestilencia
16 marzo 2022Pasa el tiempo con tanta rapidez que apenas se palpan los días, siendo yo muy de minutos y de convertir cada instante en un acontecimiento para hacer o no hacer, porque en la holganza halla también uno provecho. De hecho, no hay horas más fructíferas que las destinadas a la contemplación de la vida: el repiqueteo de la lluvia en los cristales, el agitarse una rama florida o esas brisas cálidas que regalan estos meses locos en los que tan pronto llueven arenas desérticas como rayos y truenos. Añoro el campo, el vivir en un aislamiento absoluto en medio de esas nadas que a mí me llenan de todo y que ahora están tapizadas de verdes y anhelos. El vivir inmersa en la naturaleza es un gran privilegio que echo de menos. Me recuerdo sumida en paseos, lecturas y escritos y en una completa soledad apenas interrumpida por mis visitas al carnicero o a la tienda de ultramarinos. Ese estar a solas con el silencio nutría, aceraba los sentidos y la percepción de la realidad, especialmente de lo bello. No había detalle, por nimio que pareciese, que no destilase belleza y entre hermosuras, a veces muy banales, como un puñado de alcachofas desperdigadas por un plato de loza, transcurrían mis benditas horas. Nada o casi nada precisaba. Era una vida espiritualmente tan abundante que esa contemplación consumía una buena parte de mi tiempo y a veces me zambullía en tremendos éxtasis; tanta maravilla me llenaba de un sosiego que aquí, en las urbes, resulta difícil de hallarse. Sé que algún día regresaré al campo, a esa vida sustanciosa que en las ciudades resulta tan anodina e insípida, a ese observar cómo las estaciones van cada día sembrando su huella, engalanando con hermosura y dicha y dotando al vivir de una enjundia que no frecuento en esas ciudades, que aun acicaladas, me resultan insulsas, ruidosas y pestilentes.
Decisiones
18 octubre 2021Y llevo semanas dudando y decidiendo una cosa y también la contraria y extraviando el sentido y cayendo a menudo en el desvarío. Pareciera que por adoptar una u otra propuesta fuese el mundo a desplomarse, pareciera que me fuese a privar para siempre de toda suerte de oportunidades y claro, ante semejante panorama, opto por escoger ambas disyuntivas y regreso, por ello, al agotamiento físico y moral. No hay decisiones acertadas ni desacertadas, sólo opciones que acoger con más o menos entusiasmo. No hay tampoco equivocaciones: cualquier sendero es bueno si uno se abraza a él; llegado el caso, además, se puede uno desapegar y regresar al punto inicial o escoger un plan C, que puede ser tanto o más interesante que la suma de A y B. Es, además, una decisión que llevo conmigo desde hace ya varios años, pero con la que no consigo reconciliarme. Y hay miedo, claro, o tal vez no lo haya y me lo invente para así decidir en contra del plan A o del plan B, que tengo ya tal jaleo que, sin querer, los entremezclo ¿Y si fuera bueno entremezclarnos? La experiencia me dice que no es posible, pues el desgaste de energía sería de tal calibre que enfermaría y, de hecho, ya he enfermado por ello y estoy algo pachucha. Los virus atacan cuando las defensas flaquean tras las aceradas embestidas que se gasta conmigo el estrés, mi peor enemigo, el que me pone del revés, el que me hace llorar y llorar y me sume en la impotencia ¿Qué hacer, pues? Hacer, hacer y hacer; no dejarse llevar sino coger las riendas para enderezar el rumbo, porque hasta la fecha el dejar que los acontecimientos decidan por mí me ha costado muy caro. Y son, claro, decisiones vitales pero tal vez no lo sean tanto o al menos no deberían ocupar tanto espacio, pero es que se trata de lo que voy a hacer en un período de al menos 12 meses, a lo que voy a entregarme en alma y cuerpo porque las medias tintas y yo estamos enemistadas. Y a lo mejor es una cuestión de grises y de medianías, a lo mejor es eso. A lo mejor hace falta un poco de esto y de aquello, pero no: en mi caso, no es posible; me entrego a todo con cuanto soy porque la pasión siempre me gana. Si a lo largo del día de hoy pudiera finalmente dejar de temer el dejar una de las dos opciones de lado, respiraría, dormiría y quizá podría de una vez embarcarme en algo definitivo o semidefinitivo, porque en esta vida todo se puede venir abajo en un pis pas. Sólo pido cordura, a nada más aspiro al menos en el día de hoy.
Conformidad
24 agosto 2021Las hojas secas ya se arremolinan en calles y plazas y la exuberancia que trajo la primavera va dando paso al otoño poquito a poco. Los calores, aun intensos, no se sufren como antes y esa muerte que cada año nos deseca va ganando terreno, aunque se siga respirando y anhelando y confiando en un porvernir más venturoso. Me han sepultado en los últimos meses toneladas de envidia; la forma de odio más letal y, al tiempo, más refinada por la que el ser humano es capaz de todo. Las zancadillas abundan, pero también se descubre que antiguos “envidiadores” han recibido el mismo castigo que en su día infligieron a otros. Creemos erróneamente que nuestras maldades no tendrán consecuencias y que, con tal de humillar al prójimo, saldremos victoriosos. No es victoria, sino derrota y más pronto que tarde se acaba pagando por ello, pues ninguna tropelía queda exenta de sanciones. Curiosamente, se habla de los celos como un mal ajeno que nada tuviese que ver con nosotros, cuando sí lo hace. Tiendo a rebuscar el bien en los demás; llevo, empero, una extensa temporada en la que no me topo sino con muchedumbres de males. Anhelo bondades porque la toxicidad se extiende como una marea negra que todo lo engangrena. Pero uno puede, si así lo desea, abstenerse de podredumbres y ponzoñas y afanarse en la consecución de sueños. Codiciamos cuanto hemos descuidado, aquello a lo que por decisión propia hemos un poco renunciado. Sin olvidar, la materia, los dichosos dineros, a los que probablemente no podamos acceder, al menos de forma inmediata, pero sí poner los medios para alcanzarlos, aunque sea a largo plazo. De todos modos: se ambicionan más el éxito y las cualidades que las riquezas; hacer balance de nuestros pequeños triunfos y virtudes ayudará a enmendar el sendero y a llegar a una conformidad con nuestra existencia, con quien somos y seremos si le ponemos pronto remedio. Añoro un mundo más bello que no sé siquiera si existirá; aun así lo añoro y cuando lo añoro, lloro.
Cuaresma
28 marzo 2021Llevo un rato peleándome con el blog para acceder al escritorio clásico, el que llevo años usando. Y estaba a punto de tirar la toalla, pero he seguido indagando hasta, finalmente, dar con él. Y así soy: tozuda. Y las dificultades raras veces me arredran; sigo adelante, aun teniéndolo todo en contra, porque sé que de estas perseverancias mías vendrán luego ristras de recompensas. Y, como suelo hacer en Cuaresma, estoy leyendo a Santa Teresa, en cuyos escritos hallo siempre consuelo; esta valerosa mujer luchó con nobles y prelados que consideraban sus deseos de fundar conventos disparatados caprichos. Y así me pasa a mí a veces con mis proyectos, que provocan asombro porque somos cobardes a la hora de perseguir metas, sin olvidar la fatiga del pelearse a diario con buena parte de la humanidad, la que, dicho sea de paso, ha renunciado a sus sueños por miedo a no cumplir expectativas, propias o ajenas, por temor a tropiezos y a afanarse en supuestos delirios. Eso sí: de hacerse realidad, causan las vituperadas quimeras grandes entusiasmos. Detrás de cada triunfo, hay montoneras de derrotas que nos dejaron del revés y con ganas de meternos en la cama a vegetar y a no padecer más; conviene recordar el itinerario para no errar el camino. Conociendo de antemano las peleas, elijo sufrir, elijo el ridículo y, llegado el caso, el escarnio. Elijo, en definitiva, vivir y ser feliz.
Resultados
23 noviembre 2020Me enciendo una vela con olor a gardenia para hacer mi estancia en este lugar más placentera. En este hogar mío —el único que no me pueden arrebatar—, la magia sigue envolviendo vivencias y vocablos. Esta casita azul es un reflejo de quien soy y de quien seré; el pasado tiene menos cabida puesto que lo que se fue, aun doliendo, dejó ya de existir. Me interesa sólo cuanto pueda hacer en este preciso instante para crearme un futuro acorde a mis deseos, aunque ya sepa que el destino me pondrá los anhelos del revés y no para estropiciarlos, sino para darles la forma que merecen poseer. Ya no me involucro en resultados, artísticos o vitales, puesto que ahí pinto lo justo. Mi cometido no es otro que el de trabajar a diario sin pensar en metas de ninguna clase, pues el tiempo exacto que le corresponde a cada sueño para hacerse realidad no entra dentro de mis atribuciones. He aprendido, tras muchos coscorrones, que hay acontecimientos que de mí no dependen. Y este conocimiento es liberador, pese a que me haya costado años aceptar que la realidad proceda de acuerdo a sus apetencias y no conforme a las mías propias. Y espero que esta reflexión no suene derrotista, porque este dejar a las cosas seguir su curso natural es más sabio que andar peleándose con uno mismo y con el mundo. Ya prosperarán los proyectos cuando las circunstancias sean las precisas para que todo se ejecute con belleza y primor. Hay, pues, que laborar y proyectar pero sabiendo que las planificaciones, por muy cuidadas que sean, pueden tardar años en fructificar. Sé que, en todo caso, me espera un porvenir plagado de bonitas experiencias; habrá dolorcillos también, pero se usarán como combustible para crear un mundo mejor o para al menos intentarlo.
Almas hermosas
14 marzo 2020En estos días tan raros asoman más que nunca las miserias, propias y ajenas, y el corazón a veces se contrae de tristeza, pero enseguida rememora uno las bondades que también lo expandieron, sin pagar por ellas ni dineros ni peajes. Soy, pese a los males que me aquejan, una privilegiada que ha tenido la fortuna de llorar la muerte de José Jiménez Lozano. De muy jovencita un libro suyo cayó en mis manos: lo devoré con estupor; no entendía que fuese posible escribir una prosa tan fresca y bella que luego después, estando yo algo más leída, me recordó a la de Santa Teresa. Fantaseé entonces con la idea de compartir café y tertulia con este afamado escritor en el Lyon D’Or, el café donde se “hospedaba” cuando visitaba Valladolid. Lustros después mis deseos se hicieron realidad: no sólo prologó mi primer libro, siendo yo una novata, sino que se convirtió en mi paño de lágrimas y en una especie de profesor al que consultaba las dudas literarias que con frecuencia me arredraban. Fue también don José asesor de lecturas, que yo apuntaba en papelillos que he ido, tonta de mí, extraviando entre las páginas de libros perdidos. Llegué, no obstante, a leer una parte de sus recomendaciones; sus gustos y los míos convergían de forma asombrosa. Fue, además, quien más me animó a leer y a escribir en inglés y quien me alentó a dar el salto al guión cinematográfico. Era un curioso erudito: sencillo y tan joven de espíritu que, cuando charlaba con él, me sentía en compañía de un chiquillo. Hablé con él hace apenas quince días; empeñado estaba en regalarme uno de sus últimos libros; no me atreví a llamarlo de nuevo, pese a su insistencia, por no molestarlo. No sé muy bien qué obtuvo de mí, pero no recuerdo que me exigiera favores de ninguna clase. Una persona verdaderamente inteligente —no hablo aquí de astucia; de astutos, anda el mundo atestado— es necesariamente bondadosa y vive alojada en un alma hermosa.
Ruegos
1 noviembre 2019Estos días lluviosos de santos y difuntos infunden alientos pues se sabe que los que se fueron velan por los que aquí seguimos y prestan oídos a llantos y lamentos, a esos ruegos que nos anudan la garganta cuando lo humanamente posible ha dejado de ser humano y posible. Esos aliados celestiales confortan cuando las dudas asolan y nada se hace ni se piensa a derechas. La información desborda y uno ni sabe ni contesta puesto que emplea las horas en tratar de asimilar lo ininteligible o, al menos, lo que a algunos nos suena, por la extrañeza de sus componentes, a remotas galaxias envueltas en nebulosas que enturbian el pensar y el discurrir. Y, con tantas zozobras, el tiempo escasea pues ha de destinarse a combatir obstáculos y a arrostrar desánimos; el arrinconar la creación artística me sume en un caos informe en el que todo se magnifica hasta convertir la vida en un exceso que aturde y paraliza. Y en medio de este no saber, de este cansancio, pido a mis difuntos que alivien mis fatigas, que me aconsejen y me muestren una senda a seguir. Pido a mi padre y, sobre todo, a mi hermanito, al que se fue siendo un infante, que me proteja, que me instruya por estos caminos dudosos por los que deambulo y que me regale ese lugar que preciso, esos enseres que fueron míos y que un día se esfumaron dejándome huérfana de todo, hasta de lo más esencial. En este día de Todos los Santos te ruego que la vida me sea más benévola y que cese yo solo por un ratito de luchar. Te ruego que el día a día me conceda respiros y una existencia con también espacios que alberguen los recuerdos perdidos, los que hablan de mi identidad, de lo que soy, de lo que fui y de lo que algún día seré quizá.
El sueño de una noche de verano
12 agosto 2018Agosto transcurre con placidez. Nada extraordinario acontece pero lo ordinario cobra tal brío y belleza que pareciera una existir en el país de las maravillas; cada gesto, por añadidura, delata las entretelas que escondo desde hace ya demasiado tiempo. Y parece que esos lienzos pujan por salir de su escondrijo para exhibirse aun deshilachados y caer, llegado el caso, en el ridículo. Más vale lidiar con las burlas que siempre acompañan a las aventuras que lamentarse en el futuro de cobardías que nos privaron de aquellos sueños que nos rondaban en la niñez, cuando ni se andaba con melindres ni se desdeñaban extravagancias. Entonces nos apropiábamos, como ladrones de sueños, del instante sin cuidar las poses ni la respetabilidad. A la luz de las luciérnagas se atravesaban espejos y se adentraba en un mundo fascinante donde yo, personalmente, me repanchingaba a escuchar a los grillos, a contemplar las danzas de las polillas y a aspirar las fragancias que regalaba el estío cuando los días se iban ya plegando. Las horas discurrían entre un variado surtido de fantasías; se saltaba de rama en rama para vislumbrar la vida en todo su esplendor, pues todo se envolvía de gasas y dorados.
Estoy, como antaño, viviendo sin poses ni límites y admirándome del encanto de cada momento. No hago esfuerzos, sólo me deleito para que la magia se adueñe de todo; las maravillas, una vez que se les ha abierto la puerta, entran en tropel.
El tiempo es eternidad
9 julio 2018Llevo tiempo queriendo recalar aquí, pero los días siguen componiéndose de horas y no hay manera de estirarlas o, al menos, de organizarlas de forma más lúcida y valiosa. Y, sin embargo, añoro pasear por esta casa virtual que, pese a mis escasos desvelos, sigue en pie; no me inquieta el cuidarla o descuidarla, pues son muchas las cosas que me ocupan y preocupan. Pero viene bien un respiro, un tenderse a retozar en un prado a contemplar la belleza de la creación: sin ese recrearme en lo creado malviviría; me perdería lo que me nutre, lo que alimenta mis sueños y guía ese peregrinar diario que es la vida. El tumbarse a la bartola durante un tiempo prudencial cunde más que una buena tanda de esforzadas horas; el trabajo fluye luego sin esfuerzo y sus frutos son tan hermosos que embellecen el resto de las tareas. He de venir aquí, a este blog, a perder un poco el tiempo. Al fin y al cabo, en esta casa virtual he resuelto muchas cuestiones, y poseo aún interrogantes que a ratos eludo por temor a nuevas empresas. Día a día voy afrontando el existir con estupor, pues mis propias iniciativas no dejan de asombrarme; soy una caja de sorpresas hasta para mí misma, de ahí que en mi vida el aburrimiento no tenga cabida. Eso sí: he de recordar que el tiempo no es oro sino eternidad para así no constreñirme en exceso y dejar también que la galbana se apropie de las estancias en las que a diario laboro. Así siempre será más fácil vivir, así la cosecha será también más abundante.