Archive for enero 2013

Elegancia

27 enero 2013

Termina un fin de semana turbulento; me han dado guerra mis propios barullos, ésos que en el último mes han pretendido someterme a sus alocados caprichos, a cambios anímicos de toda ralea y, de paso, arrebatarme el entendimiento. He hecho lo imposible por disfrutar de estos días, por estrujar cada instante, por luchar contra la apatía y el decaimiento… 1906 - Portrait of Duchess Cecilie of Mecklenburg-Schwerin by Laszlo Philip AlexiusAlgo he logrado, pero las metas que me había fijado, muy sencillas y poco ambiciosas, han resultado inalcanzables. No aspiraba sino a recoger un poco, a leer, a dar un paseo y un poquito de todo he hecho, pero con gran esfuerzo, tratando de robar al desánimo algo de terreno. Sin embargo, el sábado al anochecer los ojos me ardían como llamas. Eran la ansiedad, la zozobra y quizá también el deseo de una vida más ordenada que no consigo por no intentarlo con suficiente audacia o por estas hormonas que me vapulean y a las que quiero encarar con elegancia. En unas semanas han dado al traste con mi vida, con aquel desorden que tanto me costó construir y por el que tuve que batallar hasta con el mismísimo diablo. Hoy supe que las medidas serían más contundentes: aunque el cuerpo anduviera destemplado, decidí zambullirme en las gélidas aguas de una piscina municipal, con camiseta de surfista sobre el bañador, y nadar hasta el desfallecimiento. Al principio costó, por la falta de práctica, los brazos no me respondían, pero pasados siete minutos ya no sentía sino un inmenso placer. Canturreé en la ducha y disfrute de cada gesto, un placer que esta casa me niega pues, a cuenta de las bajas temperaturas, el aseo diario es apresurado a fin de no perder el aliento entre esos azulejos de los que tan pronto vienen las heladas, el frío se enseñorea ¡Ay, qué vida ésta!

P.D.: Una amiga diseñadora que trabajó en el equipo de Carolina Herrera ha abierto hace poco tienda en Madrid. Ella y su tienda se llaman Lilian Covian. Todo lo que allí se vende sale de su mente y de sus manos y a una, si le apetece, le hacen diseños a la medida. Los precios son muy buenos y ella es un verdadero encanto. Si os pasáis, decidle que vais de mi parte. Está en Don Ramón de la Cruz nº14 bajo C, en Las Tiendas del Pasillo. Metro Serrano.

Caricias

23 enero 2013

Gustave Caillebotte (1848-1894), Rooftops in the SnowAyer nevó;  una simple nevisca que en seguida se transformó en lluvia. Paseaba con una amiga por la tarde muy cerquita de la Plaza Mayor y nos sorprendió un hermoso y mágico concierto de copos que se deslizaban con suavidad y tersura para acariciar a los transeúntes y embellecer los contornos de  esta ciudad mía que cada día amo más. Estoy descubriendo rincones que ya conocía, pero que no supe apreciar; me recuerda a lo que me ha pasado con la vida. Anoche apenas se superaron los diez grados en mi dormitorio y de poco sirvieron el edredón y el pijama polar; tengo malestar general y la garganta, mi punto débil, molesta, molesta mucho. Aun así me he acercado al pueblo a por fruta y a por un brik de caldo, porque aburrida estoy de tanto café descafeinado y preciso de bebidas calientes para entrar en calor. Estoy muy contenta: la vida me parece muy hermosa, aunque se cubra de escarchas y carámbanos, aunque el cuerpo enferme de noche, cuando la catalítica descansa y mi intrépido radiador de aceite se enfrenta, como un valeroso caballero que defiende a su doncella, a esos termómetros inclementes; nunca vencerá a esas heladas inmisericordes que golpean en la nuca como fríos cuchillos. Seguimos, no obstante, adelante. En una emisora de radio, en Getafe Voz,  se leyó uno de los textos de este espacio mío; un bonito y entrañable gesto. Hay, además, un puñado de proyectos que espero que, a diferencia de esta nieve nuestra, acaben cuajando para que «Carta a Hedda y algunos cuentos» adquiera más prestigio y solidez. Sigo escribiendo, aunque el ritmo sea quizá lento; descanso mal y la edición se me hace muy cuesta arriba. Sin embargo, son las pequeñas cosas las que me alegran el alma: la conversación con el tendero del pueblo, el paseo bajo la nieve, el callejeo, la amistad o las alcachofas que bullen en la cocina en esa cazuela devastada por tanta escabechina, por esos guisos que olvido mientras la mente vagabundea de una estrella a otra. 

Lunes invernal

21 enero 2013

Amanezco con tanto frío que permanezco dos horas en la cama arrebujada entre las sábanas y los malos pensamientos que anoche se enroscaron en el escaso juicio que me va quedando. SCHACHT - Ivan Aivazovsky - Winter landscapeMe levanto, desayuno, hago unas llamadas y mientras la mañana se va de las manos sin haberla saboreado, aunque desde muy temprano los rayos irrumpieran en mi dormitorio, por entre las rendijas de la puerta, como un resplandor que llamara a seguir su rastro. El cuerpo me pedía regresar a la cama: cansada y con el ánimo por los suelos, no hallaba el modo de afrontar el día. Persistí, pese a todo, en este caos mío al lado de mi inseparable catalítica, sin cuya compañía sucumbiría y con la que llevo un buen rato bregando sin éxito o más bien con ese ruin cabezal que debería adaptarse como un guante a la bombona de butano. Pese a todo, me di un pequeño paseo que me reanimó y luego una larga e inesperada conversación telefónica ha hermoseado el resto de la jornada. Es bueno conectar con otras almas, muy bueno; resulta, además, más fácil verse a través del otro. Es bueno expresar en voz alta los anhelos, aunque sean disparatados, para no perderlos pues a veces los dislates son la sal de la vida y de ellos pueden salir frutos sabrosos y abundantes. Es bueno llorar en compañía para que las lágrimas sepan mejor; una buena llorera limpia por dentro y se lleva angustias que lastran y pesan. Hay pesares, pero no quiero que me arrebaten el entusiasmo, que últimamente se ausenta demasiado, ni me afeen el horizonte, que hoy lucía más aseado que nunca por el sol y por el frío. Pareciera que los campos fueran ajenos a las temperaturas: radiantes, serenos y mullidos, aunque cobijen áspera tierra; los contornos eran más nítidos pero también más suaves, para que pudiera acomodar en ellos las zozobras. Estoy cansada y dolorida, pero contenta de terminar el día con un semblante risueño, sin miedos y con un puñado más de sueños.

Miserables por decisión propia

17 enero 2013

Hay momentos en los que uno, ante tanto pesimismo, se derrumba y ve el horizonte ennegrecido, aunque las oportunidades se desgañiten con arengas y alaridos. Les-Mis-HathawayEsta crisis, a la que presto poca atención pese a sus rugidos y a esa manía suya de entrometerse en todo, me hace ver sombras donde antaño se colaban las grisuras de la vida. Esta tarde una fina capa de lluvia me ha asperjado el alma y conforme miraba al cielo para contemplar esa danza de gotas que aseaba y almidonaba el mundo, he percibido la perfección de este existir nuestro que no entendemos por no adaptarse a lo previsto, cuando los imprevistos calan más hondo, como esta fina llovizna que empapa de arriba a abajo, y nos conducen a reflexiones que de otro modo esquivaríamos. Nos incitan a buscar en esa realidad que desfila a diario con más audacia que esas huecas proclamas que suenan en todas las sintonías los entresijos de ese vivir que en vez de disfrutar capeamos como si se tratase de un mal a evitar, como si la belleza no contara; andamos tan distraídos por las dificultades que las menudencias que acaparan las jornadas y en las que se concentra la esencia del hombre, el sustento y la verdad de uno mismo son despreciadas por rutinarias, por no llevarnos a playas paradisíacas cuando habitamos desde siempre en el Paraíso. Intuimos, empero, la presencia de un bien donde el corazón reposa y alboroza aunque nos afanemos en batallas que a nada conducen y en discusiones que sirven para que algunos presuman de una falsa sabiduría que lejos de nutrir, desconcierta. Todo lo llevamos dentro: preguntas y respuestas. Hay que volver la mirada hacia la propia existencia, hacia esas experiencias que amontonamos sin apenas estrujarlas, pues ya sabemos que algo falta, aun cuando lo poseamos todo ¿Qué se nos escapa para encontrar siempre una razón para ser infelices en vez de felices? ¿Por qué habitamos en una fosa húmeda y hedionda cuando podríamos convertir el Cielo en nuestra morada?

Siguiendo a una estrella

13 enero 2013

Y concluye un tiempo navideño que comencé con entusiasmo y que acabo con cierto sabor agridulce porque no pude disfrutarlo del modo imaginado a causa de este extraño organismo mío que me ha secuestrado la mente, mi temible mente, con un hatajo de rufianes y diablillos; pero también con la esperanza de un año más pacífico, más fructífero y menos fatigoso, aunque una tenga que laborar a destajo. Rossetti_AnnunciationEl trabajo nunca cansa, aunque los frutos se hagan esperar; lo que agota es vegetar, como me viene ocurriendo desde hace semanas, y el estrés que provocan la carestía, la lucha, la supervivencia. No había planificado unas Navidades rodeadas de cariño y calor —eso, de momento, me está vetado—, pero sí un vivir tranquilo, saboreando cada fecha en soledad y acercándome más a ese misterio que puebla la faz de la tierra y que remueve las conciencias más golpeadas por los latigazos del remordimiento, por aquel mal que trajo consigo más mal y que sigue sin ser enmendado. Y ahora, cuando el cuerpo sane, quiero como los Reyes Magos emprender un viaje que me saque de esta existencia mía y me lleve a otra distinta que ya ni intuyo, pues prefiero que ella misma elija escenario, sabores y colores y evitar así que mis torpezas obstruyan el natural fluir de las cosas. Seguiré a una estrella y vagaré por las gélidas noches invernales sin oro, incienso ni mirra. No cargaré con alforjas, llevaré sólo lo que soy y con ese batiburrillo de virtudes y defectos construiré un nuevo presente que quizá me lleve a un futuro venturoso. No ansío sino escribir, amontonar palabras con sentido o sin sentido, para no sucumbir, para rememorar goces  que me perdí y, sobre todo, para sentir la realidad hasta sus últimas punzadas, aunque desgarren, y hasta las dulces proclamas de la dicha. Sólo la realidad, hiera o reavive el hálito, es vivir y fuera de la desazón de la vida se desvanece la poesía y deja la brisa de cosquillear el alma, esté alegre o contrita.

Luces y farsas

8 enero 2013

Las cuestiones que suscita el existir son osadas y descaradas pues sólo prestamos atención a lo que provoca, a lo que enfurece, a lo que trastoca los endiablados planes que suelen ir cargados de pólvora y explotar como los petardos en el momento más inesperado, en el que acariciábamos la siesta o la modorra, para encresparnos y sacarnos de ese sopor en el que de un tiempo a esta parte nos hemos instalado, en el que hasta recurrimos a la tecnología para dar el pésame a un amigo o para recordar su onomásticaresaca emocional. Nos hemos convertido en robots programados que felicitan las Pascuas a diestro y siniestro y envían mensajes cargados de buenos deseos que sólo se quedan en intenciones, y es sabido que no cuentan sino los hechos. Esas palabras bonitas sin la compañía de un sincero deseo de bien suenan como el hilo musical de las salas de espera, prescindible y anodino sobre todo para los amantes del silencio. Las Navidades con sus luces y sus brillantes espumillones resaltan más las miserias que nos adornan, como el carbón que los Reyes Magos traen a los niños malos y que en los estantes de las confiterías se codean con delicias más coloridas. Si no hubiese oscuridad, no apreciaríamos la luz; si no hubiese fealdad, la belleza no seduciría. Es más que un semblante hermoso, es una mirada limpia, un anhelo de amar y de servir, un ansia de bien, de bien en abundancia que cubra la tierra entera; no sirven la cirugía ni el bótox ni esos saludos huecos en los que no hay alma, en los que la vida se ha ido perdiendo por las alcantarillas de esta farsa en la que todos participamos. Al menos, aunque el tiempo navideño no haya aún concluido, uno ya se ha liberado de esa vacuidad, de ese aluvión de parabienes por todo y por nada; un alivio para el espíritu que precisa para nutrirse de alimentos más sustanciosos, de guisos bien condimentados. Sin embargo, buscamos respuestas en parajes pintorescos donde uno no se aprovisiona más que de un poco de oxígeno que se agota en dos o tres parrafadas; quizá también temamos interrogarnos sobre los abismos del alma por miedo a ver un reflejo real, y no amañado, de lo que somos. Uno, si no tuviera esperanza, acabaría tirándose de los pelos ante tanta necedad, ante esa gran mentira que todo lo mancha. Menos mal que hay belleza y esperanza en abundancia, menos mal.

Días y horas

3 enero 2013

Los días vuelan y así quiero que transcurran para salir pronto de este atolladero en el que el organismo me ha sumergido sin atender a mis súplicas, a mis ayes; ni una tregua me ha concedido en estos días que a mí me saben amargos por vivirlos a la intemperie, sin calor, sin amor. The silver vase by Lila Cabot PerryLas horas corren de forma desordenada pues resido en la anarquía, pero no me enfado por ello. De momento, no cuento con las herramientas para reordenar esta veleidosa realidad que tan pronto me regala lloros como risas. Una lectora de Madrid me llamó veinte minutos antes de medianoche para felicitarme el año y para elogiar ese librillo mío que, de tanto prestarlo, ha perdido; un bonito gesto que me aclaró el semblante. M. vino hoy en mi auxilio; me seguiré  duchando con agua caliente y podré dar de rato en rato un calentón a la casa a no ser que se solapen escarchas y vendavales. El plástico que recubría la ventana que ya no cierra, y por cuyas amplias rendijas se cuelan duendecillos y heladas, se desprendió y he logrado, pese a mi impericia, recomponerlo un poco. Es tal el barullo del cuerpo que hasta había olvidado la existencia de «Carta a Hedda y algunos cuentos». Hay asuntos pendientes, pero prefiero abordarlos cuando el ánimo esté más asentado, porque así deshago más que hago. Anhelo trabajar como antes y también leer y dormir largas y plácidas horas; quedarme en la cama un poquito más de la cuenta en vez de levantarme de ella malhumorada y con ganas de apalearla por no mecerme con la dulzura de antaño, por ignorar esa zozobra que me recorre de arriba abajo, por no colmarme de abrazos. Ojalá la medicina me permita recuperar esos días dorados en los que hasta de lo insípido extraía yo un puñado de aromas y sabores, esas plácidas horas en las que la paz era mi compañera, aun cuando el cielo pareciera desplomarse y el mundo, aunque la fealdad golpeara, era más hermoso. Sigo, no obstante, viendo belleza, aunque mis pasos sean menos firmes y mis palabras suenen a balbuceos. La Virgen negra de Czestochowa visitó mi ciudad y le pedí un buen puñado de cosas y ya me ha concedido una de las más difíciles. Sé que el resto de mis deseos se irán cumpliendo porque son justos, porque son bellos, porque alimentan otros sueños. Con fe, aun cuando la mente se enmarañe, el existir se ilumina como hace la vida durante estas soleadas mañanas invernales. Bendita Castilla.