Archive for febrero 2012

Reposo

17 febrero 2012

El día de ayer fue muy ajetreado: muchos paseos y recados y la cabeza sin cesar de bullir. Los susurros, que aparecieron desde que amanecí, dieron paso a los ruidos y, finalmente, el estrépito se me acomodó, de suerte que un torbellino de ideas me azotaba la mente y nada pudo ya acallarlo. Por la noche ni me sostenía, pero la hiperactividad se había apoderado de mí y todos esos trucos, a los que recurro para sosegarme, de poco sirvieron. El insomnio crea sombras que malogran los sueños; me miran de tal modo que me roban el aliento y el cuerpo, ya extenuado, siente como si cien sanguijuelas le absorbieran la sangre. He hecho tantas llamadas que he perdido la cuenta. Apuntaba cuanto podía en una libretita, pero, si soy sincera, las dudas en vez de aclararse se han oscurecido. Sé que si descanso, lo veré de otra manera. Llevo veinte años, y todavía  soy joven, padeciendo este mal; ese no saber nunca si se logrará dormir, ese cancelar planes a cuenta del cansancio, ese vegetar durante el día esperando que la noche sea más benévola y le permita a uno liberarse de fatigas… Leo en una novela de Víctor Hugo las palabras de un condenado a muerte: «Cada día, cada hora, cada minuto tenían su propio sentido». He meditado sobre ese tiempo que malgasto en zaherirme por no ser capaz de conciliar el sueño, en esos momentos que me pierdo en naderías, mientras el instante, aquel que tenía que saborear, se va, se va para siempre y camina cabizbajo porque yo no supe apreciarlo ni alabar sus bondades. Soy una ingrata; sé que mis días se han complicado mucho y que mi precariedad asustaría a más de uno, pero la belleza de la vida, con dinero o sin dinero, es gratuita y se me brinda cada día. Quiero recuperar lo que queda de viernes y postponer el pensar para otro día en el que entendimiento, sin el embotamiento del desvelo, pueda cavilar con templanza. De momento, reposo.

Siembra

11 febrero 2012

Si sobrevivo a este inhóspito invierno, podré hacerle frente a todo, pues en los últimos años he acumulado toda suerte de experiencias, algunas muy crueles, y he aprendido a encarar el acontecer diario de una manera más racional, pese a que la vehemencia, que no entiende de razones, siga acompañándome. Ayer, sin embargo, volví a caerme: La actitud de una amiga me descolocó de tal manera que me puso del revés; se me juntaron todos los dolores y la noche, que se hizo para el descanso, acabó extenuándome. Me merezco, por cuanto he sufrido, años enteros de calma, donde la escritura tenga también cabida porque sin ella, no podría vivir, aunque no me dé más que disgustos; esta lucha mía por publicar lleva durando demasiado y hastiada estoy de noes, zancadillas, humillaciones y promesas incumplidas. Visto desde otro ángulo, esta espera, que me ha robado hasta los cabellos, aquellos que todavía añoro, me ha permitido desarrollar esa paciencia que siempre me había esquivado. Ahora mido los tiempos de otra manera y sé que un mes se puede convertir en un año o incluso en dos. Hay quienes logran sus metas con facilidad; recurren a los contactos, al dinero y poco saben de demoras, de batallas, de desprecios y de esa larga retahíla que acompaña a los que nos batimos en duelo cada día, porque la supervivencia está en juego y un nuevo amanecer supone una victoria sobre el precario e incierto porvenir. Si el devenir de las horas, pese a que a ratos nos rasgue las entrañas, ofrece respuestas a las inquietudes más profundas, a esos deseos que siempre albergamos y que algunos tacharon de imposibles, a esas necesidades que el alma precisa  —olvidamos que no sólo el cuerpo requiere de cuidados— …, entonces este extraño pesar habrá compensado. Cuando se esparcen semillas de amor y de esperanza, los frutos son siempre hermosos y abundantes, aun cuando la cosecha tarde en llegar.