Archive for enero 2012

Maravillas

12 enero 2012

Apenas se aprecian las pinceladas de la vida y los contornos asemejan a espejismos que se desvanecen entre bosquejos. Uno va como perdido, sin asideros, y cuando atisba un poco de luz, parece que, en vez de aclarar, oscurece; la nitidez de antaño se ha convertido en una nube húmeda en la que hasta los trazos más firmes se pierden. Es como si se habitara en la nada, como si se hubiese ausentado del mundo, aunque éste, detrás de la neblina, siga caminando. Al llegar a casa, me han sobrecogido el frío y la humedad de la vivienda; las temperaturas exteriores, aun siendo muy bajas, son más benignas que las interiores. Las articulaciones se han rebelado y aquí sigo, a la espera de un desenlace, quizá el último; el cuerpo no da más de sí. Albergo, sin embargo, esperanzas, aunque sepa que sólo un milagro podrá salvarme. No puedo ignorar esos prodigios que siempre han coloreado mis días; aun en las horas más aciagas han bailado, ante mis asombrados ojos, esas manchitas doradas que acompañan a los rayos de sol allá donde van, ésas que transforman el instante en una maravilla de la que uno no se quisiera jamás despedir. La belleza es mucho más imaginativa que estas pobres mentes nuestras, habituadas como están a la estrechez, a ese llamado realismo que poco tiene que ver con la realidad, porque ésta, pese a que se hayan agotado los refuerzos, no son las sombras imaginarias que engendra el miedo y que paralizan hasta el habla. No, la realidad es otra cosa y posee matices más desconcertantes, y también más bellos, que los colores con los que el otoño decora los campos, que la púrpura y el oro de los atardeceres. No es sólo lo humano, es también lo sobrehumano, al que se acogen los más hostigados, pues fuera del recinto sagrado, no hay descanso, sólo temores y fatigas. Y uno recuerda que al principio, cuando Dios creó el mundo no había sino caos y oscuridad y lo primero que entonces se dijo fue: «Haya luz» ¿Qué esperar entonces, qué esperar? De momento, a que esta habitación se caldee para poder quitarme el abrigo, el gorro y la bufanda y mañana pues ya se verá.

Año Nuevo

5 enero 2012

Apenas pude celebrar la llegada del nuevo año: una llamada, durante la tarde de la pasada Nochevieja, me sumió en una profunda tristeza y la tiranía de la miseria me atrapó con sus lacerantes cadenas. Sobreviví, milagrosamente, el día de Año Nuevo y, poco a poco, en estos días de vaporosa humedad, en los que los rayos de sol apenas han logrado abrirse paso, me he ido reconciliando con esa vida por la que a ratos corren las sombras. Luzco, del disgusto, calentura en el labio y tengo la pierna derecha tan dolorida que el médico me ha recomendado reposo; intuyo que el frío y la humedad de esta morada mía son los causantes de esta inflamación que combato con Ibuprofeno y con una pomada que huele a limón. Este quedarme en casa a la fuerza, envuelta en invierno y en niebla, lejos de estremecerme, me alienta; sólo lectura y descanso. En este gélido refugio, todo parece menos escalofriante y si me acerco a las ventanas atisbo siluetas que en seguida se deshacen en la densa nube que me rodea. Cuando preciso de verdor, contemplo el paisaje de mi tablilla y de tanto mirarlo, he acabado creyendo que ese lugar es mío y que alguna vez, quizá en sueños, lo habité. Es melancólico y sereno y me sumerge en esas profundidades en las que muchos temen entrar y en donde no hay sino transparencia y tranquilidad, y aun un reflejo de lo invisible, a veces más pálido y a veces más colorido. Ansío que la realidad, con sus pequeñeces, vuelva a embrujarme y que este anhelo, que no es más que un inmperceptible aleteo que se eleva para volver a caer, se prenda con fuerza en mi corazón para recuperar las palabras perdidas y mecerme en una dulce calma, en la que los días no cuenten porque hay confianza.