Ausencias

Y recalo aquí tras meses de ausencias ocasionadas por líos varios. Y se ha echado en falta este lugar, pero la vorágine del día a día ha acabado engulléndome. Pretendo que esto no vuelva a suceder; adoro perseverar en cuanto emprendo; ese persistir me infunde ánimos para codiciar otras metas. Soy, como suelo, doña Proyectos, ando inmersa en esto o aquello y trato de que nada me aparte de mis anhelos, aun cuando ello implique bregar y enderezar el sendero. Cuanto más arraigados están los temores, más necesarios son los arrestos; la valentía no es más que acometer cuanto te hace tiritar. Los temblores son un buen indicador: somos vulnerables, finitos y, en consecuencia, humanos, por un lado, y tememos, con frecuencia, aquello que más conviene a nuestros intereses. Y a mí me asusta más no luchar por lo mío que esos virus que por ahí circulan. De lo mío sí soy yo responsable, de las pandemias uno no se puede librar, sólo encararlas con altas dosis de optimismo, buscando también el lado positivo. Cuanto acontece nos está susurrando aquello que no hemos querido escuchar durante demasiado tiempo: la vida es y será siempre incertidumbre, y ha sido así desde tiempo inmemorial. Tan pronto nos visitan las bonanzas, creemos recuperar ese control del que jamás hemos disfrutado. Las ausencias de certezas nos refrescan la memoria de lo que de veras somos. Y nada trae más paz que vivir en la verdad, sobre todo si esa verdad es aceptada en su integridad. Agradezco, por tanto, las ausencias que me recuerdan cada día mi bendita debilidad y aceptándola, transformo lo endeble en fortaleza.

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