Destino

Un poquito de Navidad quisiera yo, sólo un poquito de esa magia que esparce copos de nieve sobre  praderas cubiertas de primavera o que se eleva sobre el firmamento para mostrar constelaciones antes nunca  vistas de las que se desprende un polvo suave y brillante que, al posarse, le hace a uno esplender como una bola navideña o como las burbujas doradas que moran en el champaña. He cerrado los ojos y me he visto vestida de gasas, de blancos y tenues velos, y arropada por una capa de terciopelo blanco, con capucha y forrada en raso. Me he visto danzando descalza sobre la nieve y atravesando bosques frondosos en los que tan pronto era verano como otoño, invierno o primavera. Eran bosques mágicos a los que, sin embargo, cualquiera podía acceder; sólo se requería fe y confianza.

Camino, con firmeza, en busca de mi destino, aun cuando cuente con pocos apoyos y todo me sea hostil,  aun cuando a ratos me derrumbe. Sé que  hallaré aquello que siempre anhelé, incluso sin saberlo, y al verlo, como en el salmo, la boca se me llenará de risas y la lengua de cantares. Tendré que estar muy alerta: el miedo y sus seductoras tentaciones acecharán y no quiero que nada ni nadie me aparten del sendero de la luz, del verdadero, ni siquiera dragones con su aliento de fuego; pues de hacerlo, regresaría al de siempre  y las gasas y la capa se esfumarían y pasaría de hada a mendiga. No sólo voy a abrazar mi destino, sino que voy a entregarme a él con fervor, aunque deje algunas cosas en el  camino, trastos inútiles a los que el corazón, en su cerrazón, se ha aferrado. No consentiré que la cobardía ni a la pereza desvíen mi rumbo y me alejen de esa realidad infinita que existe desde siempre, de esa infinitud de la que formo parte y de la que yo también estoy hecha.