Premios

Había empezado a pergeñar un post sobre una anécdota que me ocurrió el verano pasado y que, de pronto, me ha venido a la cabeza. Había escrito  ya bastante hasta que he decidido que la historia era demasiado suculenta; de ella podría salir un buen relato. He guardado la entrada, así que en cuanto pueda, me pondré manos a la obra. Hoy no he descansado bien. He dormido casi siete horas; pero cuando nado, como hice ayer con furia, necesito al menos nueve horitas para encarar el día. La natación me relaja, pero también me balda. Estaba tan agotada y dolorida que anoche no podía dormirme y , finalmente, tuve que levantarme a tomar un analgésico. La última vez que miré el reloj eran casi las tres de la madrugada. No obstante, he leído un poquito, muy poquito a decir verdad: no podía asimilar el texto a cuenta del cansancio (leo siempre mientras desayuno y me tomo un cafecito),  he trabajado en mi nuevo relato y he revisado un cuento, que en estos días, aparte de la novela, enviaré a un concurso al que ya me presenté hace dos o tres años. Como el premio está bien dotado, son muchos los candidatos y, casualmente, siempre lo acaba ganando alguien ya afamado. El año pasado el agraciado fue un conocido director de cine que hace buenas migas con el gobierno ¿Y qué tendrá que ver la política en esto? Todo. El panorama no podría ser más desalentador, pero yo porfío en presentar el mismo texto, que estoy segura que ni leyeron, porque no sólo sigue siendo bueno sino que se adapta a las mil maravillas a la temática que el organismo convocante, en este caso estatal, exige. Me ha sorprendido porque fue mi primer cuento. Entonces, sólo había escrito un ensayo y no tenía siquiera idea de cómo esbozarlo. Me costó mucho; me faltaba destreza y durante años, como comenté ya una vez, he estado peleándome con él y, en más de una ocasión, pensé en suprimirlo. Sin embargo, hoy lo he encontrado bello y merecedor de un premio.

P.D.: Me acaba de llamar C. : los manuscritos están ya impresos ¡Me voy volando…!