Aprendiendo a volar

En esta nueva etapa de mi vida he decidido librarme de toda suerte de lastres, ésos que me han impedido volar durante tanto tiempo. Mis alas sólo  podían aletear, pues el  exceso de peso las impedía elevarme, planear  y surcar el horizonte. No eran sólo mis miedos o mis culpas imaginarias los que no me permitían emprender el vuelo, eran también mis compañeros de viaje. En este último año me he ido poco a poco desprendiendo uno a uno de todos aquellos que dificultaban  mi ascenso. No ha sido fácil, la verdad. Pero me faltaba desligarme de uno, del que más aprecio, alguien que, sin embargo, por los embates de la vida,  se burla de mí y de mis ilusiones, tal vez porque él mismo  hace tiempo renunciara a las suyas, y me hace sentir culpable de ser quien soy. Después de cada encuentro, llego a casa  con el áspero poso que deja la amargura y la apatía por la vida.  Adiós, amigo, adiós; estoy aprendiendo a volar.