Posts Tagged ‘Otoño’

Dolencias y tesoros

23 septiembre 2012

Mañana de otoño gris y ventosa. El aire agita el viejo mantel setentero de una de las mesas de la terraza, dejando sus vergüenzas al descubierto; su estampado, a base de coloridas frutas y de mariposas que revolotean por toda la tela, no casa con el cielo, con esa capota que ha ocultado los azules de días atrás. Pese a todo, sigue sin llover. Me he levantado, por primera vez en varios días, descansada. Los excesos de estos días pasados me han provocado distensiones musculares en ambas piernas; tengo un tobillo vendadito. Tras el enfado inicial, veo esta lesión mía como una bendición; será la única forma de que me conduzca con sensatez. Desde que me mudé, me he sentido como una hoja arrastrada por la corriente a causa de esos ruidos que me ofuscan, de esa hiperactividad que convierte mi mente en un calabozo del que sólo ansío salir. La casa parece de nuevo un hogar; logré expulsar los aromas de sus anteriores ocupantes para así acomodar los míos, que ahora se adornan con la embriaguez de los lirios y las delicadas fragancias de las rosas. Ya con más sosiego, me esfuerzo por no pensar en los proyectos que van día a día tomando cuerpo y por no contemplar sino el aquí y el ahora. De momento, mi prioridad es conservar la salud y terminar de revisar esa novela que, en teoría, estará en las librerías a finales de noviembre; me cuesta creerlo. A partir de mañana, me pondré con ese viaje que emprenderé en una semana; no me gustar dejar las maletas para el último día y preciso de un listado de lo imprescindible. En cuanto a esas posibles presentaciones de «Carta a Hedda y algunos cuentos» en otras ciudades, dejaré que sigan su curso pues el estrés que me provocan me privan del sueño y de la cordura. Ocurrirá pronto, pero no dejaré por ello de saborear el presente, éste que poseo durante apenas un instante, pues enseguida se va y deja de existir. Entretanto, seguiré construyendo mi destino, pero sin olvidar que es ahora cuando existo.

P.D.: Los lirios me los regaló el Príncipe de Los Lirios.

Septiembre

19 septiembre 2012

Estoy tan cansada que ni tan dormir puedo y van ya dos noches en vela; es lo que tienen los traslados. La vuelta al campo no ha sido tan idílica como imaginaba: el jardín, a causa de la sequía y de la falta de riego, se ha echado a perder; nunca he visto a la hiedra, a la majestuosa hiedra, tan triste y apagada.  Los campos sobrecogen por esa ausencia de agua y hasta ese otoño que empieza a pintar la campiña de amarillo está como desvaído, sin esa belleza que en este tiempo estremece. Tal vez sea el cansancio, tal vez sea eso. El silencio es una bendición; desde que comenzó el mes y fueron volviendo los vecinos, los ruidos se hicieron intolerables y ya no hallaba el modo de sortearlos; el bullicio de la ciudad empezaba a pasarme factura. Aquí, excepto por el ladrido de algún perro, sólo se oye el revoloteo de los pájaros que se enredan en los arbustos, el zumbido de las moscas y el crujir de las hojas que el viento alborota y desliza de un lado a otro. Después de colocar un poco, me he sentado a contemplar una extraña sinfonía de nubes que aturdía y chirriaba, demasiada mezcolanza.  Puede que se creyeran condenadas a la extinción y antes de irse, hubiesen salido todas a dar un último paseo; o quizá estuviesen desconcertadas por esa lluvia que ya no lava el cielo.  Un suave vientecillo impuso la cordura y se llevó los excesos; sólo quedaron las que precisaba el ocaso para ese juego de luces que regala cada día y también para que la calma imperase al final de esta tarde de septiembre. La quietud ha acabado invadiéndolo todo, aunque mi mente se resista a plegarse a ella. Cuando repose, veré de nuevo los campos empolvados por la luz ambarina del otoño. No me permitiré que se me escapen los dorados pese a que la tierra siga sedienta; me empaparé de esas fragancias que despiertan los sentidos e irrumpirá, como cada septiembre, la esencia de las cosas.

P.D.: Según concluyo estas líneas, ya de madrugada, la lluvia azota puertas y ventanas.