Apenas ha amanecido y apenas he descansado dos horas; esta espera me está matando, aunque, en realidad, la incertidumbre, aun siendo engorrosa, no es la causa de mis desgracias: lo es la pobreza, ese palabro que algunos no quieren ni oír porque les remuerde la conciencia hasta el punto de robarles la paz. Ayer mismo conversaba por teléfono con una conocida y acabamos hablando de política. Mencionó con gran indignación la expulsión por parte de un gobierno europeo de un grupo de inmigrantes ilegales, medida que aquí también se llevó a cabo, pero con más sigilo. Decía ella, que vive en la opulencia y en uno de los mejores barrios de una conocida ciudad, que la pobreza molestaba. A mí, desde luego, ni me incomoda ni me molesta. Ningún mendigo, por mucho que hieda, me es indiferente y aprovecho cualquier ocasión para charlar con ellos; son historias las suyas difíciles, pero también hermosas, muy hermosas, y hay en ellos una sabiduría y, sobre todo, una belleza que no he encontrado en ningún museo. Yo le diría a C. que si tanta compasión le inspiran, debería seguir el ejemplo de Simone Weil. Esta audaz mujer se reservaba sólo una pequeña parte de su salario, lo justo para cubrir sus necesidades más perentorias, el resto lo repartía entre los pobres. Llegó a abandonar la docencia para compartir su destino con los obreros que poblaban las fábricas, lo que acabó quebrantando su frágil salud. Lejos de llenarse la boca de palabras bienintencionadas, de ésas que tanto realzan a quienes las pronuncian, aunque en la mayoría de los casos queden en agua de borrajas, ella, como tantos otros, se ponía manos a la obra, de modo que no existía contradicción entre sus ideas y su forma de vida. Lejos también de incitar a la violencia, la suya fue una una revolución pacífica, labrada día a día con el trabajo, con el ejemplo. Hace no mucho me reencontré con una antigua compañera de colegio; lo había dejado todo para servir a los pobres. Se pasa los días en un infecto piso atendiendo a los que, no teniendo donde estar y a falta no sólo de dinero, sino también de consuelo, se han convertido en los parias de esta cruel sociedad nuestra. Últimamente, la mezquindad, con la que me topo allá donde voy, y la hipocresía me tienen un poco soliviantada.
La mañana es hermosa y aterciopelada y, al abrir un viejo «Magnificat», me he tropezado con estas líneas balsámicas:
Caridad es amor…, y el amor es dar
lo mismo en la tristeza que en el gozo.
Es darse sin reserva ni rebozo,
y al triste en su tristeza consolar.
… Caridad es querer más todavía
amando al que no os ama: siempre es darse.
1 julio 2011 a las 8:31 |
Me parece maravillosa la actuación que nos cuentas….En la vida…no sólo nos debemos lamentar de la pobreza…hay que luchar con lo poquito que podamos contra ella en nosotros mismos y en los demás. Un beso enorme Zambu y buen viernes
2 julio 2011 a las 15:10 |
Es más sencillo de lo que la mayoría cree. Cualquier gesto, por pequeño que sea, sirve.
1 julio 2011 a las 9:05 |
Simone Weil, una mujer que, sin haberse hecho nunca cristiana (era judía) a fuer de pura coherencia consigo misma, es ejemplo para los cristianos. He encontrado citas suyas con profusión en obras de conocidos teólogos.
Tu conocida C., como tantos otros, quizá sea torero de salón. Probablemente muchos lo seamos: nos apena el mal ajeno, pero toda nuestra aciión se queda en decirlo. No movemos un dedo para cambiar la situación y, muchas veces, ni nos molestamos en hacer una pequeña aportación.
Gracias por tu post, Zambu, siempre lleno de materia para pensar.
2 julio 2011 a las 15:16 |
Me gusta la expresión de «torero de salón». Si es más fácil cambiar el mundo con las palabras que con los actos; a todos nos ocurre de un modo u otro.
Tanto la obra de Simone Weil como su vida son muy interesantes. Es evidente que no todos estamos llamados a lo mismo, no se trata de dejar todo para socorrer a los pobres, pero tampoco de dejarlos de lado. También se necesitan docentes, ingenieros, carpinteros, enfermeras, médicos, frigoristas, psicólogos, recepcionistas, historiadores, mecánicos…
1 julio 2011 a las 11:06 |
En esta sociedad materialista no se puede esperar otra cosa. Las excepciones son pocas, aunque para nuestro consuelo, cada vez, aparecen más jóvenes implicados con la injusticia social.
Un abrazo.
2 julio 2011 a las 15:18 |
No se trata, aquí, de grandes proezas, sólo de un pelín de generosidad hacia el que menos tiene. Como le decía a Teo, no todos tenemos que consagrarnos al servicio del necesitado; es una vocación como otra cualquiera a la que sólo algunos están llamados.
1 julio 2011 a las 13:16 |
JO, ME HAS HECHO QUE SALTARAN LAS LAGRIMAS AL LEERTE Y SOBRE TODO NO TE FALTA RAZON PARA ELLO, LO QUE ESCRIBES, ES LA TRISTE REALIDAD DE ESTE MUNDO DONDE PASAMOS NUESTRA VIDA COMO FANTASMAS DENTRO DE LA POPBREZA MAS VIL, HOY MISMO LE HE LANZADO UN RETO A UN BANCO bbva PUES LE DIGO QUE CON LOS 24 € QUE COBRAN NO SE A QUE CUENTO, PODRIA COMPARAR 8 LITROS DE ACEITE O 20 LITROS DE LECHE, LA VOY A ENVIA POR BUROFAX, PARA QUE NO SE LLAMEN ANDANAS, AUNQUE ESE ES NUESTRO MUNDO Y MIENTRAS OTROS TIENEN 2000 MILLOONES EN SUIZA U NO ESTAN EN LA CARCEL, UN ABRAZO ZAMBULLIDA
2 julio 2011 a las 15:19 |
LO DE LOS BANQUEROS CAUSA CUANTO MENOS SONROJO.
1 julio 2011 a las 15:17 |
Parece absurdo pero muchas personas hablan sobre la pobreza y no se percatan de que no hacen nada… no es tan sencillo «darse cuenta» de la necesidad de otra persona. Lo más irónico Zambullida, es que quien más percibe la necesidad del otro es justamente quien las ha sufrido en carne propia…
Es algo así como que no vemos lo que no «conocemos». Aunque no digo que sea una regla.
Creo que también es una cuestión netamente de sensibilidad social.
Siempre esperando que todo mejore para ti…, un abrazo.
2 julio 2011 a las 15:21 |
Somos, por lo general, egoístas y nos cuesta ponernos en el pellejo del otro y a veces sólo cuando pasamos por lo mismo, se nos abren los ojos; entretanto, permanecemos ciegos. La ceguera, no obstante, pasa factura.
Gracias por tus buenos deseos, flori.
1 julio 2011 a las 19:25 |
Hermosas reflexiones en especial para un día como hoy que Celebramos la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
En la vida siempre nos quejamos de que nos falta algo, sin pensar en los que no tienen nada, en esa gran pobreza que existe en el mundo, en tanto niño desnutrido que no tiene un pan para llevarse a la boca, pasamos por la calle sin mirar al que nos estira la mano por una moneda.
Nos falta mucha solidaridad.
Me ha gustado mucho tu entrada de hoy, te deseo un feliz fin de semana, sin tristezas, y con mente positiva, tenemos que dar muchas gracias a Dios por lo que tenemos, mucho o poco, pensando en los que nada tienen.
Cariños,
Maricarmen
2 julio 2011 a las 15:22 |
El que nos estira la mano nos recuerda nuestro egoísmo, ese vivir sólo para nosotros mismos, de ahí que su presencia incomode.
¡Feliz fin de semana!
2 julio 2011 a las 9:11 |
Los textos de Simone Weil me han acompanado diariamente por un tiempo. Es una persona que vivia su vida rigurosa que solo puedo admirar .Andreas Scholl mueve por la belleza de sus voz.
2 julio 2011 a las 15:24 |
Es una vida admirable la suya, sin duda, que a mí, personalmente, me resultaría imposible seguir porque mi vocación es otra. Me alegro que te haya gustado la música; ciertamente, es bella y conmovedora. Saludos.
2 julio 2011 a las 11:39 |
No te apures mi pequeña saltamontes… esa gente acaba teniendo atrofiada el sentido de la realidad. Aveces pienso que ni se dan cuenta de ciertos comentarios ridículos que hacen, pero por una me contaron una vez que extrañamente se creen que todo el mundo esta en su misma posición…Yo aveces pienso como seríamos si tuviéramos un colchón de esos inacabables… (aunque fuera por unos días me gustaría comprobarlo)
2 julio 2011 a las 15:04 |
Te contesto a ti primero, porque creo que ha habido un malentendido. A esta chica no le molesta la pobreza; al contrario: se quejaba de que a la mayoría de la gente le resultara insufrible. Es fácil criticar la forma de actuar los gobiernos con respecto a los más desfavorecidos, venderte como un adalid de la justicia en todos los sentidos y luego no actuar conforme a esos mismos principios. Esta amiga que se dedica a auxiliar a los pobres raras veces se queja, sólo actúa. Es fácil ayudar al prójimo con dinero público porque nuestra contribución será siempre pequeña; es difícil, en cambio, ayudar con el dinero que sale de nuestros bolsillos. Me quedo con la postura de la que, pudiendo vivir en la abundancia, ha optado por consolar a los que no tienen nada y, encima, lejos de lanzar diatribas, sonríe y calla.
Por cierto, el colchón inacabable no existe. Un buen día todo se esfuma, aunque atesores millones y millones, y te quedas como uno de esos desgraciados. Además, la mayoría de los ricos que conozco son terriblemente infelices y tienen un profundo vacío existencial que llenan con aquello que se adquiriere con dinero; el resto, el que da sentido al existir, se les escapa.
2 julio 2011 a las 22:48 |
zambu, gracias por la aclaración… disculpa el malentendido…
3 julio 2011 a las 7:43 |
De nada, hombre. Tal vez no haya sido capaz de explicarme bien.
4 julio 2011 a las 10:55 |
Aunque sólo sea con una sonrisa, con un gesto amable en lugar del rechazo, hay que hacer lo que se pueda por la gente desfavorecida. A mí me gustaría poder hacer más. Te invito a visitar mi blog. Un beso.
4 julio 2011 a las 12:42 |
Siempre queda la duda si realmente uno está haciendo todo lo que puede, ése es, en mi opinión, el problema. Si te gustaría hacer más, lo tienes, tal y como están los tiempos, muy, muy fácil, Susana.
4 julio 2011 a las 12:42 |
Hola Zambullida, me gusta todo lo que cuentas aunque me entristece este post, maldita hipocresía, cuanta hay en el mundo y por aquí por estos lares más todavía.
Saludos y ánimo que tú puedes seguro
4 julio 2011 a las 12:46 |
Creo que este texto, más que entristecer, lo que hace es ponernos delante de una realidad que no nos gusta. Todos somos hipócritas, Carmen, todos.
4 julio 2011 a las 13:57
Puede que en algún momento dado haya sido hipócrita puede que lleves razón, pero desde luego hacerlo por sistema y por maldad no eso no, por lo menos yo no, quizás alguna mentira piadosa, puede ser hipocresía, eso si.
Feliz día sin hipocresía
4 julio 2011 a las 14:34
Carmen, sólo estaba generalizando y reflexionando sobre la hipocresía. Que cada cual dirija su vida cómo pueda o cómo quiera, aquí nadie tiene que justificar sus acciones. Feliz día para ti también.
4 julio 2011 a las 23:16 |
La pobreza inmersa en la que vivimos es la carencia de humanidad. Nos falta el espíritu donde se refugian los que luchan contra los desequilibrios injustos, cotidianos. Es muy penoso no tener nada dentro de uno….más penoso que los que tenemos la palabra para recordar, con sensibilidad y hermosura, que somos pobres también ya,,,, los amigos, los vecinos de toda la vida, familiares… Pero los artistas, que nos mueven los sentidos y cuyo trabajo es impagable, deben mantener el mundo hermoso, es un legado imprescindible para la Humanidad y debemos luchar contra su desaparición….al menos podemos darles la ilusión de que sigan embelleciéndonos la vida con sus talentos….agradeciendo que lo compartan en su pobreza…gracias por seguir!
5 julio 2011 a las 14:44 |
Esta vida nuestra, tan rara y sofisticada, le está robando al hombre su humanidad; es cierto. También lo es que la fealdad se ha apropiado de lo que un día fue arte y que la belleza ha sido, poco a poco, arrinconada. En general, ésta interesa poco.
Seguiré; no me queda otra, pero ahora, a diferencia de antaño,conozco bien el medio en el que me muevo ¡Bienvenida a mi blog!